Nacer, vivir, morir y seguir viviendo

Nacer, vivir, morir y seguir viviendo

Nacer, vivir, morir y seguir viviendo

Parece una verdad incontrovertible que, después que se nace, lo único seguro es que algún día se va a morir.

Cierto es que desde el punto de vista religioso millones de personas abrazan la fe de que la muerte no es más que un tránsito hacia otras dimensiones, pero hasta donde alcanzan la capacidad y la experiencia humanas para tener una seguridad plena, lo único seguro, seguro y seguro, hasta ahora, parece ser la muerte.

No obstante, con todo respeto a las creencias y convicciones de cada quien, yo confieso que, día tras día, amanece para mí con una concepción diferente sobre la vida y la muerte. Por de pronto, no rechazo ninguna teoría que se me quiera vender. Para mí, todas son posibles.

Sin embargo, hay algunas muertes que me obligan a detenerme en el camino y me ponen a reflexionar con mayor profundidad y detenimiento.

La reciente partida de Marino Piantini Espinal, por ejemplo, me ha mantenido mudo al respecto, sin saber explicarme cómo es posible que una persona como él no esté ya con nosotros.

Los sentimientos y los pensamientos que atraviesan por mi cuerpo con ese motivo son algo tan personal que no me creo con derecho a hacerlos públicos, como si fueran un tema periodístico más. .

Pero como amigo, como profesional, como familiar y como ser humano en general, su deceso me lleva con más fuerza a querer desentrañar el misterio de la vida y la muerte. ¿Dónde está Marino ahora? ¿En qué lugar del cosmos estará navegando su alma? ¿Qué está haciendo?

Sólo siguiéndole los pasos podremos saberlo, y eso algún día ocurrirá, indefectiblemente.

Mientras tanto, ahora estoy seguro de una segunda verdad, además de  la otra que nos enseña que todos vamos a morir: donde quiera que esté Marino, es el mejor lugar en que se pueda estar.



El Día

Periódico independiente.

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