Todo comenzó por el fin: Al amanecer del 22 de noviembre del 1997, Michael Hutchence (Sidney, 22 de enero 1960- Sidney, 1997) llamó por teléfono a su mánager desde el hotel en que se alojaba. No consiguió localizarlo y dejó el lapidario mensaje al contestador: “ya nada me importa”. La estrella absoluta de INXS, una de las bandas australianas más importantes y él, símbolo sexual de enigmático carisma y sobre todo gran artista, se quitó la vida ahorcándose. Vale decir que murió físicamente, porque desde años atrás, tabloides británicos diseminaban todo tipo de noticas sobre sus amoríos, minando la moral de un hombre bajo la influencia. Para guinda del pastel prensamarillista, regalito de ultratumba para el malogrado cantautor, se alegó que “Murió por asfixia erótica cuando sostenía relaciones sexuales con dos personas más”.
Desde la reivindicación, el conocimiento erudito de la vida y obra de Hutchence, y la complicidad de quienes le rodearon, Richard Lowenstein-realizador de casi toda la videografía de la agrupación que vendió más de 65 millones de álbumes en todo el mundo- echa por tierra las infames especulaciones erigiendo un coloso documental tan reflexivo como poético desde el plano sonoro: solo imágenes (muchas de ellas inéditas y reveladoras) del pasado habitan el filme interviniendo en off los testimonios sin invadir la nostalgia que a su vez se reescribe y acrisola una memoria justiciera. Tanto amor no objeta el conocimiento.
El hombre venía de un hogar disperso, causa motora de su depresión, que junto a un dramático incidente con su hermano, sus ganas irredentas de hacer arte al margen del bombazo comercial de INXS, sus edípicas relaciones amorosas y una lesión cerebral al accidentarse en Dinamarca, ahondaron más su pozo existencial, el cual exhibía en numerosas declaraciones mediáticas (eufórico antes de una presentación, gritaba a la cámara: “exorciza los diablos en mi mente” o ante la pregunta de una periodista: ¿A qué le temes más en la vida? “A no tener una persona que te quiera. Creo que sentirse solo debe ser terrible”.), las cuales terminaban en un gesto de sórdida tristeza.
Recientemente vi un maravilloso documental llamado Buenos Aires al Pacífico, que desde su concepción vanguardista reflexionaba sobre trenes, cinefilia y memoria, planteando desde el inicio una cita del un poeta Cesare Pavese, que corrió el mismo destino de Michael Hutchence: “Todo el problema de la vida es éste: Cómo romper la propia soledad, cómo comunicarse con los otros”.
Es asombroso ver que películas de naturalezas tan diferentes dancen el mismo vals de la incertidumbre planteada por Pavese. Tal vez la clave sería no resolver esa incertidumbre. Que se vuelva incombustible para asegurar la creación. Pero tal vez se necesita amor y compasión continuamente desde la infancia para sobrevivir al desafiante agujero negro que puede resultar la soledad.
Y una realidad palpable también es que el umbral del dolor en artistas con el padecimiento de Michael Hutchence es amplísimo y, por lo tanto, producen tantas bellezas como el vuelo incesante de Ícaro hacia el sol.
Mystify: Michael Hutchence.
Dirección y guión: Richard Lowenstein.
Montaje: Richard Lowenstein, Lynn-Maree Milburn, Tayler Martin.
Género: documental.
País: Australia. 2019.
Disponible en Netflix.