Un multimillonario ruso, cuando se hizo lo suficientemente rico, convirtió su antigua escuela en Ekaterimburgo en un palacio extravagante, con paredes doradas, pisos de mármol e incluso una fuente de agua.
Andrei Simanovsky dice a sus críticos que ahora los estudiantes no necesitarían visitar lugares como Versalles o el Louvre.