Como cualquier mamá orgullosa, Julie Fitzgerald tomaba decenas de imágenes de su pequeño Avery.
Pero un día se percató de que había algo extraño en los ojos del niño: en vez de salir con “ojos rojos” en algunas, aparecía una mancha blanca.
Fitzgerald llevó a Avery a un especialista, quien de inmediato diagnosticó que el pequeño tenía múltiples tumores en el ojo. Se trataba de un retinoblastoma, un tipo de cáncer que cubría el 75 por ciento del ojo.