La existencia, ¿quién no lo sabe?, está colmada de imprevisibles. El ser humano es, con frecuencia, apenas un objeto de las circunstancias. Las posibilidades que norman nuestra existencia dependen de una cantidad infinita de variables cuya lógica, si es que poseen alguna, es un absoluto e indescifrable misterio.
Confieso sentirme abatido y desconcertado –como miles de dominicanos– por los aguaceros e inundaciones que arrojaron muertes trágicas, heridos y mucha destrucción.
Uno cierra los ojos y piensa en todas y cada una de las personas que perdieron la vida, sus pertenencias, sus parientes y la amargura y la tristeza nos destrozan el corazón.
Cierto, todos vamos a morir, pero, en honor a la verdad, hay muertes y muertes…
El editorialista del Listín Diario escribe que este evento, que titula “Una nación afligida”, “ha sumido al país en una profunda aflicción”. “Las lluvias torrenciales han dejado decenas de muertes, más de 1500 viviendas anegadas o destruidas, vehículos deteriorados y miles de damnificados”.
Manifiesta que este hecho trágico “pone al descubierto la frágil y vulnerable situación del país ante los efectos relacionados con el cambio climático”. “Esta realidad obliga al gobierno y a los ayuntamientos a prestarle más atención y darles carácter prioritario a las obras de un drenaje pluvial general que permita canalizar las aguas superficiales en las zonas urbanas”.
Un dirigente político escribe que “si empezamos a buscar culpables creo que ningún partido gobernante de las últimas décadas saldría ileso de responsabilidad”.
Al solicitar la presencia de expertos internacionales para evaluar lo ocurrido junto a técnicos dominicanos plantea la necesidad de diseñar un programa que incluya un diagnóstico adecuado, un plan de acción, obras y plazos. “Estamos obligados a pensar como país en este tema. Ver más allá de la curva. No es hora de politiquería en medio del luto y la tragedia. La culpa es compartida”.
La columnista Patria Reyes se queja de que “desde el 1969 hasta la fecha el país ha contado con cinco propuestas”, pero “la realidad es que hasta el momento ninguna autoridad gubernamental ha puesto en marcha un plan real que ofrezca una solución viable a este grave problema que cada año afecta al país con consecuencias cada vez más catastróficas”.
Un experto en el tema, el arquitecto urbanista Kalil Hache expresó que lo ocurrido desnuda “la pobre gestión pública en el país sobre todo a nivel técnico”.
Y añadió que “no es posible seguir permitiendo que se construya en zonas de alto riesgo, como tampoco en lugares donde el suelo es altamente saturable por ser arcilloso”.
El ingeniero civil Baldwin Farías dijo a su vez que la ciudad de Santo Domingo “carece casi en su totalidad de alcantarillados pluviales que presentan una gran limitante si se producen precipitaciones de gran intensidad y larga duración porque el suelo se satura reduciendo su capacidad de drenaje y facilitando la acumulación del agua”.
Esperemos que los fallecidos trágicamente en este evento doloroso y amargo sirvan como estímulo para iniciar la corrección de un problema en extremo.