Muchos en Argentina la consideraban el emblema de la lucha por los derechos humanos. Otros la cuestionaban por haberse convertido en una figura divisiva que alentaba la violencia y la polarización política.
Lo cierto es que Hebe de Bonafini, quien falleció este domingo en la provincia de Buenos Aires a los 93 años de edad, será por siempre recordada como la líder histórica de las Madres de Plaza de Mayo, la asociación de mujeres que se enfrentó al gobierno militar durante los años de plomo de Argentina, entre mediados de las décadas de 1970 y 1980.
«Con mucho dolor informamos que hoy a las 9.20 falleció Hebe de Bonafini. Agradecemos enormemente las demostraciones de amor, acompañamiento y preocupación que en estos días de internación en el Hospital Italiano de la ciudad de La Plata, como en toda su trayectoria militante, ha recibido mi madre.», dice un comunicado de la familia recogido por medios argentinos.
Con sus característicos pañuelos blancos cubriéndoles el pelo, las Madres de Plaza de Mayo se hicieron famosas en todo el mundo por su valiente reclamo por la aparición de sus hijos, que habían sido secuestrados y en muchos casos «desaparecidos» por el régimen militar.
Hebe María Pastor de Bonafini había sido una simple ama de casa hasta que en 1977, con casi 50 años, comenzó su activismo político junto con el pequeño grupo de mujeres que luego formarían una de las organizaciones de derechos humanos más reconocidas de Argentina.
En febrero de ese año, su hijo mayor, Jorge, había sido secuestrado durante un operativo policial en la ciudad de La Plata, capital de la provincia de Buenos Aires, donde residía la familia. Jorge, de 26 años, era docente, cursaba la carrera de Física y militaba en el Partido Comunista Marxista Leninista.
Sin noticias sobre su paradero, recorrió hospitales, comisarías e iglesias y, asesorada por un abogado, presentó ante el Ministerio del Interior un hábeas corpus (un recurso legal que obliga a las autoridades a informar si tienen a alguien detenido y presentarlo ante un juzgado).
Así empezó a encontrarse con otras mujeres que también buscaban a sus hijos.
«Esos encuentros fortuitos y casuales después pasaron a ser encuentros más formales porque empezamos a buscar cuando salían en los diarios algún nombre, a buscar a esa persona, a esa familia que le faltaban los hijos, para empezar a ver qué hacer juntas», contaría muchos años después en el marco de sus conferencias con jóvenes conocidas como «Mateando con Hebe».
El 30 de abril de 1977 un grupo de madres decidió ir a la Plaza de Mayo, frente a la sede del gobierno, la Casa Rosada, para llevarle al presidente de facto Jorge Rafael Videla una carta reclamando por información sobre sus hijos.
«Nos empezamos a juntar en la plaza. Hasta que un día vino la policía nos pegó y dijo: ‘Caminen’, y nos agarramos del brazo y empezamos a caminar de a dos», recordó Bonafini.
Así nació la emblemática protesta de las Madres: la marcha en círculos alrededor de la Pirámide de Mayo, el monumento en el centro de la plaza, que simboliza la libertad.
Decidieron repetir esta ceremonia todos los jueves de 15.30 a 16, un horario en el que el lugar estaba colmado de gente.
Ese octubre, las madres participaron de un tradicional evento religioso juvenil: la peregrinación a la Virgen de Luján.
«Si hay un millón de jóvenes y los nuestros no están, tenemos que ir nosotros», concluyó Bonafini.
Para reconocerse entre la muchedumbre adoptaron su icónico pañuelo blanco, que en un principio fabricaban con tela de pañales, como representación de sus hijos.
Ese pañuelo se convirtió en su símbolo, y su marcha alrededor de la plaza en una pacífica pero poderosa forma de protesta que logró llamar la atención de organismos de derechos humanos internacionales y de la prensa extranjera, en momentos en que casi todos los medios argentinos estaban censurados o eran funcionales al gobierno de facto.
Desaparecidas
Pero esa aparentemente inocua forma de protesta representaba una gran amenaza para la Junta Militar encabezada por Videla, que negaba la existencia de los secuestros, detenciones clandestinas y desapariciones.
En diciembre de 1977, luego de que las madres publicaran una solicitada en los diarios reclamando por la aparición de sus hijos, un joven militar, Alfredo Astiz, que se había infiltrado entre el grupo haciéndose pasar por el hermano de un detenido-desaparecido, coordinó el secuestro de 12 personas, entre ellas a tres de sus fundadoras: Azucena Villaflor, Esther Ballestrino y María Ponce.
A pesar de ello, las otras madres continuaron la lucha, incluyendo a Bonafini que ese mes también sufrió el secuestro de su otro hijo varón, Raúl, de 24 años, quien también militaba en el Partido Comunista Marxista Leninista y era estudiante de Zoología, además de trabajar en una refinería.
«Fueron momentos durísimos. Nuestros maridos, nuestras familias nos decían: ‘Basta, no hagan más nada, termínenla’ (…). Cuando llegó el otro jueves dije: ´Hay que ir como sea, aunque seamos pocas'», recordó.
«Cuando llegamos a la plaza estaba rodeada de policías, de perros, de gases, de todo. Con mucha fuerza un pequeño grupo subió. Y marchamos. Nos tiraron los perros, nos tiraban gases, pero creo que ahí es donde les ganamos la batalla».
Los ojos del mundo
Bonafini contó que otro momento clave para las Madres fue el Mundial de fútbol de 1978, disputado en Argentina.
El popular evento deportivo hizo que llegaran al país periodistas de todas partes del mundo, que habían sido alertados de las atrocidades por exdetenidos exiliados en el exterior y organismos de DD.HH. como Amnistía Internacional, que en 1977 había sido galardonado con el Premio Nobel de la Paz.
Bonafini elogió en particular la actitud de la prensa neerlandesa.
«Para mí, una de las cosas más importantes es que Holanda haya pasado la marcha de las Madres en vez del Mundial, porque era jueves, y ahí nos conoció el mundo», dijo al diario Página Digital en 2002.
«Yo creo que eso fue un cimbronazo muy grande para las Madres porque inmediatamente las mujeres de Holanda nos escribieron y nos dijeron: ‘Estamos a su disposición’, y ellas juntaron el dinero para que tengamos la primera casa«.
Con esa ayuda, el grupo pudo eventualmente comenzar a reunirse en privado, evitando los encuentros en iglesias o cafeterías, lugares públicos en los que enfrentaban un mayor riesgo de ser detenidas.
En 1979, decidieron darle respaldo legal a su agrupación.
«Che, ¿por qué no formamos una asociación o algo, para que, si un día nos llevan a todas, sepan que algo quedó, que alguien hizo algo en este país? Porque si no, no hay nada escrito», recordó haber dicho Bonafini, quien fue elegida presidenta «por unanimidad».
Como líder de las Madres, Bonafini viajó a Estados Unidos y Europa para denunciar lo que ocurría en su país.
En 1979 la asociación declaró ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) durante el histórico viaje que el órgano de DD.HH. de la Organización de Estados Americanos (OEA) realizó al país.
La CIDH recogió testimonios y documentos que, en 1985, tras el regreso de la democracia, servirían como una de las bases del llamado juicio a las Juntas, que sentenció a Videla a prisión perpetua y condenó a la cárcel a varios de los jerarcas responsables de las detenciones ilegales, torturas y desapariciones de miles de personas.
Se trató de la primera vez en la historia que la Justicia de un país condenaba a sus propios exlideres por violaciones a los derechos humanos.
Entre 1986 y 1990 una serie de leyes e indultos sancionados por los gobiernos del radical Raúl Alfonsín y el peronista Carlos Menem anularon las penas de los militares condenados e impidieron el juzgamiento de otros acusados.
Pero en 2003, a instancias del gobierno de Néstor Kirchner. las leyes fueron anuladas por el Congreso, lo que permitió reabrir los juicios, y finalmente, en 2010 la Corte Suprema de Justicia declaró que los indultos eran inconstitucionales, lo que obligó a los jefes militares condenados a cumplir sus sentencias.
Divisiones y controversias
El regreso de la democracia en Argentina ahondó las diferencias ideológicas que habían surgido en el seno de la Asociación Madres llevando a que en 1986 la agrupación se dividiera en dos, con la creación de Madres de Plaza de Mayo Línea Fundadora, liderado por otra de las activistas históricas, Nora Cortiñas.
Una de las diferencias principales que llevó a la ruptura fueron los puntos de vista contrapuestos sobre si el organismo debía seguir abocado a buscar a los hijos arrebatados por el gobierno militar.
Para Bonafini, lo importante no era hallar los restos de los desaparecidos sino continuar con la lucha y los ideales que habían llevado a esos jóvenes a perder la vida.
«Si hay madres para las que es importante que les devuelvan un cuerpo y enterrarlo, allá ellas. No se lo prohibimos», le dijo Bonafini a BBC Mundo en 2012.
«Pero el pañuelo blanco no va a ir nunca a un cementerio. Tiene que ver con la vida y no con la muerte», señaló.
La decisión de Bonafini de poner el foco de su fundación en «la reivindicación de nuestros hijos como revolucionarios» convirtió a la histórica presidenta de las Madres en una figura cuestionada por muchos en su país.
Cuestionamientos que se ahondaron con el pasar de los años, con expresiones violentas que generaron repudio, como cuando en 2001 celebró el atentado contra las Torres Gemelas en Nueva York.
«Por primera vez le pasaron la boleta a EE.UU. Yo estaba con mi hija en Cuba y me alegré mucho cuando escuché la noticia«, dijo sobre el ataque en el que murieron unas 3.000 personas.
También su vínculo cercano con Fidel Castro, al que se le atribuyeron cientos de muertes, detenciones políticas y desapariciones durante sus casi seis décadas de gobierno, generó polémica.
«Cada vez es más necesaria la revolución. Latinoamérica necesita cada vez más una revolución como la cubana», dijo en 2021, al conmemorar el quinto aniversario de la muerte del líder cubano.
En las últimas dos décadas, Bonafini se convirtió en una de las defensoras más acérrimas del kirchnerismo, el movimiento peronista liderado por Néstor y Cristina Kirchner (2003-2015) que ha generado una fuerte polarización en la sociedad argentina.
Durante la última parte de su vida fue centro de polémica por muchos de sus exabruptos.
Como cuando en 2008 dijo sobre una protesta del sector agropecuario en contra de un aumento de impuestos que «la presidenta Cristina Fernández de Kirchner tiene mucha democracia y mucha tolerancia, porque otro gobierno los hubiera desalojado a palos y a gases como merecían«.
O cuando conmemoró el aniversario del golpe de Estado de 1976, en 2017, afirmando: «Basta de ser democráticos para ser buenitos. Yo me cago en los buenos, no soy buena».
La frase era una crítica a otra legendaria organización de derechos humanos argentina, las Abuelas de Plaza de Mayo, comandado por otra referente histórica, Estela de Carlotto, a la que Bonafini acusó de ser «una traidora» por reunirse con la gobernadora de Buenos Aires, perteneciente al macrismo, la fuerza de centroderecha en el polo opuesto al kirchnerismo.
Además de sus diferencias con las otras Madres y con las Abuelas, Bonafini también tuvo choques con otro referente de los DD.HH. muy cercano al kirchnerismo, el periodista Horacio Verbitsky de quien dijo que «además de ser judío, es totalmente pronorteamericano.»
En 2017, Bonafini fue acusada de corrupción por un proyecto para la construcción de viviendas sociales que organizó su fundación a partir de 2006 con fondos otorgados por los gobiernos kirchneristas, conocido como «Sueños Compartidos».
La Justicia la procesó junto con el exministro de Planificación Federal del kirchnerismo, Julio De Vido, y otros funcionarios y empresarios, por presunta defraudación a la administración pública.
Además, se declaró en quiebra la Fundación de las Madres, que también administran una universidad, una radio y un canal de televisión, financiados con dinero estatal.