La escritura de la historia de un país es un proyecto muy ambicioso. Es un conjunto de hechos y acontecimientos que se van desenroscando a los ojos del historiador que los desentraña con método crítico y ceñido a una agenda ideológica.
Se descubre en ellos cómo el espíritu hegeliano de la historia va evolucionando de capítulo en capítulo.
Es de este modo que Frank Moya Pons, en “Manual de Historia dominicana” (SD: Editora Búho, 15ta. ed., 2013), gracias a la dinámica de su dialéctica de historiador, puede descifrar varios hechos y episodios paralelos en un mismo siglo o en fracciones del mismo a través del método comparativo en la metodología de investigación que usa; de cómo por los escenarios que reconstruye desfila la más amplia gama de personajes y acontecimientos de una manera sistemática y coherente.
En otros tantos casos, parecería un dios que dilata el tiempo transcurrido en sus reconstrucciones. Sin embargo, hay momentos en que el ritmo de sus narraciones luciría estancado, lo cual puede deberse a los efectos de la enorme hacha ideológica que afila.
Detrás de ellas toma cuerpo el rigor de sus métodos. Claro está que, como historiador, también tiene sus intereses de clase que defender. Es su derecho. Ahora, como nada es fortuito ni inocente en el uso de la lengua y el discurso, de ahí esta lectura.
Saltan a la vista sus marcados silencios sobre acontecimientos, episodios y personajes que alcanzaron relieve cada uno en su tiempo, sea por el arte de sus apretadas síntesis, sea por sesgos ideológicos o de otra índole.
En nuestra historia reciente, por ejemplo, los coroneles Tomás Fernández Domínguez y Francisco Alberto Caamaño, cabezas visibles de la gesta de Abril de 1965, es injusto que Moya Pons no les haya dado el realce que sus figuras heroicas y morales merecen; peor aún, al primero, el ideólogo del movimiento constitucionalista, ni siquiera le menciona por su nombre.
El estudioso trata su imagen, al igual que la de Caamaño y otros destacados soldados, con las indistintas frases de “las fuerzas constitucionalistas” o de “grupo de jóvenes oficiales militares”.
Otro episodio relacionado con el conflicto bélico de Abril, también de importancia histórica, fue la legendaria batalla del Hotel Matum en Santiago, que tampoco figura en el “Manual de Historia”, el rol que jugó la denominada FIP inmediatamente después; como no figura la masacre de campesinos en Palma Sola en 1962, o el heroísmo y martirologio de Los Palmeros y su enfrentamiento con las fuerzas regulares del gobierno de los Doce Años en 1972, así como el desempeño de la “Revista Ahora” y el periódico “El Nacional” en los procesos de democratización que vivió el país tras la caída de Trujillo. Igualmente calla sobre la existencia del MPD y sus temibles integrantes, entre otros varios sucesos y acontecimientos históricos.
Esto de ningún modo se explica, a no ser que Moya Pons, con sus apretadas síntesis, sus sesgos ideológicos y sus silencios como historiador, busque intencional o involuntariamente traicionar los principios de las ciencias históricas, lo cual ya sería otro cuento.