El presidente Joe Biden, en su esfuerzo por asegurar la reelección en las elecciones de noviembre en Estados Unidos, ha lanzado una serie de iniciativas gubernamentales destinadas a captar el apoyo de diversos grupos electorales.
Entre estas iniciativas se destaca el nuevo plan para regularizar a medio millón de inmigrantes indocumentados, una medida que podría tener un impacto significativo en la comunidad hispana y, por ende, en las elecciones.
Este martes presentó el plan en un evento en la Casa Blanca, coincidiendo con la celebración del duodécimo aniversario del programa Acción Diferida para los Llegados en la Infancia (DACA), una política implementada durante la administración de Barack Obama.
Biden se enfrenta a un contexto electoral complicado. Su principal adversario, el republicano Donald Trump, ha ganado terreno según las encuestas, a pesar de sus múltiples problemas judiciales. Para contrarrestar esto, Biden ha tomado medidas dirigidas a atraer a votantes jóvenes y ahora a la comunidad hispana, un grupo demográfico decisivo.
Este nuevo programa busca ofrecer un camino hacia la legalización y alivio de la constante amenaza de deportación, una preocupación constante para muchos, como lo ejemplificó en el acto Foday Turay, quien llegó a Estados Unidos desde Sierra Leona a los 10 años y actualmente trabaja como asistente del fiscal de distrito en Filadelfia. Aunque se encuentra bajo el programa DACA, aún vive con la incertidumbre de la deportación.
El anuncio del plan de regularización se produce en un contexto de recientes restricciones en la frontera, medidas que provocaron indignación entre activistas y legisladores demócratas. Esta dualidad en las políticas migratorias de Biden parece ser un intento de encontrar un equilibrio entre la seguridad fronteriza y la empatía hacia los inmigrantes, buscando así satisfacer a una base electoral diversa.
La cuestión migratoria siempre ha sido un tema delicado en la política estadounidense, y Biden ha navegado en aguas turbulentas desde que asumió la Presidencia en 2020.
Durante su campaña, criticó duramente la política de «cero tolerancia» de Trump, lo que fue interpretado por muchos fuera de Estados Unidos como una invitación abierta a la migración.
Esto resultó en grandes caravanas de migrantes desde Centroamérica y el Caribe, y de otras regiones tan lejanas como Asia y África creando una crisis en la frontera con México que la administración Biden no manejó con la firmeza esperada. Esta percepción de debilidad ha sido utilizada por los oponentes de Biden para criticar su gestión.
Ciudades como Nueva York, Chicago, Los Ángeles, Boston y varias en Texas han experimentado una afluencia masiva de migrantes, lo que ha superado la capacidad de los gobiernos locales para ofrecer ayuda humanitaria.
Este desbordamiento ha generado incomodidades entre los residentes y ha sido un punto a favor para Trump, quien promete una postura más firme contra la inmigración indocumentada.
Las encuestas muestran una división en la opinión pública. Un sondeo reciente publicado por el diario El País, de España, indica que el 59 % de los hispanos votaría por Biden en un enfrentamiento directo contra Trump, quien recibiría el 39 % de los votos.
Sin embargo, estos números cambian drásticamente si entra un tercer candidato en la contienda, reduciendo el apoyo a Biden al 47 % y a Trump al 34 %, lo que sugiere que una parte significativa del electorado está buscando alternativas a los dos principales partidos.
Por otro lado, una encuesta del New York Times señala que Trump ganaría en cinco de los seis estados clave que probablemente decidirán la Presidencia. Esto pinta un panorama electoral muy cerrado, donde cada voto contará y las iniciativas dirigidas a grupos específicos como los jóvenes y los hispanos podrían ser decisivas.
Ambos candidatos enfrentan desafíos en términos de imagen pública. Trump está envuelto en múltiples procesos judiciales, incluso habiendo sido encontrado culpable de 34 delitos. Sin embargo, parece no estar preocupado por las implicaciones que estos juicios podrían tener en su campaña.
En contraste, Biden enfrenta un escándalo relacionado con su hijo, quien ha sido encontrado culpable de delitos graves. Aunque no se trata del propio presidente, la conexión familiar podría tener repercusiones en la percepción pública y en su campaña de reelección.