En las últimas semanas, y atendiendo algunas invitaciones, he iniciado un recorrido por distintos puntos del país; el objetivo no es otro que el de encontrarme con jóvenes que tienen un propósito común: emprender.
El emprendimiento como definición básica, es el inicio de una actividad que exige esfuerzo o trabajo, y que posee cierta importancia o envergadura.
La iniciativa de emprender es fundamental en la articulación de nuevas ideas para lograr la puesta en marcha de negocios relacionados con las tendencias marcadas por la tecnología y la conectividad del siglo XXI.
En lugares como la provincia de Elías Piña, San Cristóbal o La Romana, por solo citar los primeros puntos de mis encuentros con emprendedores, las inquietudes de quienes se constituyen en población joven, en edades comprendidas entre los 18 y 35 años, son las mismas, crear las condiciones para alcanzar la oportunidad deseada.
Factores en todo emprendimiento
El emprendimiento en sus múltiples modalidades (pequeñas empresas, empresas escalables, organizaciones sociales, emprendimientos novedosos, negocios de oportunidad, emprendimientos incubadores y negocios espejos) poseen elementos coincidentes que deben acompañar al ejecutor de la idea: el emprendedor.
En primer lugar, la creatividad e ingenio; estos elementos podrían marcar una alternativa novedosa respecto a lo que el mercado posee.
Una idea surgida como consecuencia del ingenio y del debate creativo, establecería nuevos paradigmas. Seguido por la pasión y visión; enamorarse de una idea, convencerse de su efectividad, es el primer paso hacia el convencimiento colectivo.
Un factor que muchos tienden a obviar o marginar, es el de la paciencia. El padre de la escultura moderna, Auguste Rodin, decía que la paciencia es una forma de acción. Los tiempos en los emprendimientos son indefectibles, administrar y fortalecer la capacidad de espera, se constituirían en un ente diferenciador.
Desarrollar el potencial de influir en los demás nos convierte en líderes y permitiría que el emprendimiento adquiera la transcendencia esperada; junto con el liderazgo, la responsabilidad, la confianza en uno mismo, la empatía y la determinación se completan valores sin iguales que enriquecen el esfuerzo.
Apoyo gubernamental
Desde el Gobierno Central y bajo la sombrilla del Ministerio de Industria, Comercio y Mipymes se promueve el emprendimiento como alternativa de crecimiento y desarrollo social y económico.
Su acción se centra en la identificación de oportunidades, diseño de estrategias de penetración de mercados, internacionalización de las empresas y acompañamiento en el diseño de planes de acción para potenciales exportaciones de servicios.
El tránsito entre el emprendimiento y la conversión a mipymes pasa por el proceso de formalización, la adecuación al mercado laboral y las facilidades que el Estado ofrece a quienes se acogen a sus incentivos. En República Dominicana, las mipymes se definen como aquellas unidades consagradas a la explotación económica que realiza cualquier persona natural/física o jurídica en áreas como: agropecuaria, industriales, comerciales o de servicios en zonas rurales o urbanas.
Las mipymes (micro, pequeñas y medianas empresas) son organizaciones empíricas, financiadas, organizadas y dirigidas por el propio dueño que abastecen a un mercado pequeño (local o regional) no contando con alta producción tecnificada y con una estructura de empleados limitada.
Impacto de las mipymes
En República Dominicana existen casi 1.5 millones de mipymes, las cuales representan el 98 % del total de empresas. Estas generan más de 2 millones de empleos en la economía, lo que equivale al 54.4 % de la población ocupada en el mercado laboral, aportando un significativo porcentaje al PIB de 38.6 %.
En materia de exportación, representan más del 15 % de las exportaciones totales. En cuanto a cantidad de empresas, las mipymes representan más del 37 % del total, lo cual sobrepasan las 1,700 promedio. Visto en números, el desarrollo de las mipymes está íntimamente vinculada con la expansión que ha observado la economía dominicana en los últimos tiempos.
Las micro, pequeñas y medianas empresas tienen el importante rol no solo de aportación a la economía en generación de empleos, sino en transformarse en el complemento de aquellos nichos de mercado donde no existe cobertura por parte de las grandes empresas, específicamente en las economías locales.
Desde la llegada del gobierno del presidente Luis Abinader, y en el marco de los efectos económicos sufridos por la pandemia, se han desarrollado una multiplicidad de programas de estimulación económica a los emprendedores y a las mipymes a través del propio Ministerio de Industria, Promipyme y Banca Solidaria, inyectando recursos a tasas preferenciales para la dinamización del sector.
Lo propio ocurre con los incentivos a través de la Dirección General de Impuestos Internos (DGII), el crecimiento y evolución de “Pymes Mujer”, una eficaz y focalizada iniciativa, y recientemente, se anunció la aportación de 100 millones de pesos para incluir a las mipymes en las compras de productos de primera necesidad que realiza el INESPRE, esto alrededor de los esfuerzos por mitigar el impacto de los altos costos de la canasta básica como consecuencia directa del conflicto armado entre Rusia y Ucrania.
En síntesis, mis encuentros con emprendedores en distintos puntos de la geografía nacional, me han permitido el privilegio de conectar con las aspiraciones, inquietudes, sueños y anhelos que han acariciado por largo tiempo, unos que han visto cristalizados sus deseos y han concretizado emprendimientos que, hoy por hoy, son referentes para sus respectivas comunidades y otros que aún aguardan por la posibilidad de hacerlo realidad.
El futuro del país dependerá de la capacidad de diversificación y desarrollo que logren nuestros emprendedores, así como los micros, pequeños y medianos empresarios. Nuestra labor: ¡Apoyarlos!
*Por Roberto Ángel Salcedo