Migraciones, xenofobia y explotación capitalista (segunda parte)

Migraciones, xenofobia y explotación capitalista (segunda parte)

Migraciones, xenofobia y explotación capitalista (segunda parte)

En si mismo, el trabajo asalariado, mecanismo de la explotación capitalista, genera acumulación de riquezas a los dueños de los medios de producción.

En el caso de las personas que migran en condiciones de irregularidades y, al ser criminalizadas, contribuyen aún más, a las ganancias de las élites económicas. “La migración irregular contribuye a la informalidad laboral”; caracterizada por bajos salarios, desconocimiento por parte del sector empleador de los derechos laborales, de salud y humanos, entornos de trabajo peligrosos, y no cobertura de sistema de protección social.

En primer lugar, al ser de difícil acceso cruzar fronteras, esquivar puntos de controles fronterizos y muros, principalmente, migran las personas más fuertes y jóvenes, capaces de integrarse a la maquinaria productiva del país receptor. Este grupo poblacional es uno de los más codiciado por los sectores de la construcción, agropecuaria y algunos servicios.

Según un informe de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) donde se analiza la migración laboral, se plantea que la proporción de trabajadores migrantes en el total de trabajadores a nivel de la población mundial es de un 4,4 por ciento, dándose una tasa de participación laboral más elevada entre los migrantes (72,7 por ciento) frente a la de no migrantes (63,9 por ciento). Esta diferencia es significativa y es en gran parte resultado de que hay más mujeres migrantes que trabajan, que mujeres no migrantes participando en el mercado laboral (67 por ciento frente al 50,8 por ciento).

Asimismo, el informe indica una alta concentración de trabajadores migrantes en sectores económicos específicos y diferencias significativas según el sexo. En 2013, la mayoría de los trabajadores migrantes del mundo, hombres y mujeres, trabajaba en el sector de los servicios: 106,8 millones sobre un total de 150,3 millones, o un 71,1 por ciento. De ellos, se estima que 11,5 millones son trabajadoras y trabajadores domésticos migrantes. El número de trabajadores migrantes en la industria, incluyendo las manufacturas y la construcción, era de 26,7 millones (17,8 por ciento), y en la agricultura, de 16,7 millones (11,1 por ciento).

En los últimos tiempos, los procesos de migraciones han sufrido ciertas variaciones en cuanto a la característica de la población migrante , y es el hecho que últimamente se empuja en los procesos migratorios desde los mismos sectores de estados emisores, para deshacerse de las responsabilidades sociales de algunos grupos poblacionales y, aprovechando las caravanas de migrantes, a personas envejecientes, discapacitadas, niños y niñas, que en el peor de los casos “se pierden en la ruta”, falleciendo por cansancio y pasando a engrosar la lista de desaparecidos a quienes los estados auspiciadores de estas situaciones, les negaron las posibilidades de una mejor vida y por ende, les empujan a irse para deshacerse, como si fueran desechables, de la inversión en políticas sociales específicas para la protección de estos grupos vulnerables.

En segundo lugar, al llegar al país receptor, y ser tratados como “ilegales”, las personas migrantes se incorporan de forma irregular al proceso productivo, asumiendo los trabajos de baja capacidad técnica y menos remunerados, por lo que aceptan condiciones de trabajo por debajo del ingreso promedio en el mismo lugar.

Según la OIT las personas migrantes suelen involucrarse en sectores económicos que no son atractivos para los trabajadores nativos: la agricultura, la construcción, la manufactura y los servicios con alto coeficiente de mano de obra, como el trabajo doméstico, la hotelería y el turismo. En estos sectores se encuentran algunos de los trabajadores migrantes en mayor situación de vulnerabilidad, como las trabajadoras domésticas, los trabajadores de la construcción, los trabajadores en situación irregular y las víctimas de trata. De acuerdo con la información disponible, es posible afirmar que un número importante de trabajadores migrantes sigue experimentando condiciones laborales que podrían ser consideradas en muchos casos de abuso,de explotación y esclavitud. Es decir, los inmigrantes no llegan a quitar los puestos de trabajo a los trabajadores nativos, sino que, asumen los trabajos que, por su intensidad, escasa protección social y baja remuneración, no asumen los trabajadores nativos.

En tercer lugar, al ser personas criminalizadas por su condición de migrantes, se ven limitadas a participar en procesos de exigencias de derechos, por lo que se constituyen, obligatoriamente, en un sector conservador. Combinada esta situación con la manipulación constante de los medios de comunicación pertenecientes a los sectores dominantes que permanentemente exacerban la Xenofobia promoviendo el odio y miedo, utilizando intencionalmente estereotipos y mitos inventados a las personas migrantes.

Basta reflexionar un poco sobre estas particularidades y se hará evidente el lenguaje de discriminacion y criminalización que se asocian a las personas migrantes para provocar su aislamiento, ausencia y falta de incorporación a los procesos de lucha contra las políticas económicas impuestas por los estados al servicio del gran capital.

Según la misma OIT se observa poca participación de los colectivos migrantes en los procesos de sindicalización y negociación colectiva, lo que repercute en las condiciones laborales en las que se desempeñan. Una de las causas principales podría ser que en ciertos países la legislación no permite la sindicalización de los trabajadores migrantes. Otra causa podría estar relacionada al hecho de que un número importante se encuentra en la economía informal y en trabajos invisibles (por ejemplo, en el trabajo doméstico) y, por lo tanto, con grandes problemas de organización.

En cuarto lugar, quienes migran por cualquier razón de su país, en cierta medida tienden a desarticularse de los procesos de transformación en su país de origen, muchas veces la misma dinámica de trabajo sobreexplotado no le permite más que concentrarse en tratar de ahorrar para el retorno o enviar las remesas a sus seres cercanos. En la mayoría de los caso esta desarticulación contribuye a la pérdida de participación activa en los procesos de resistencia y cambio a los problemas colectivos provocados por las élites económicas. Y al mismo tiempo, se contribuye con divisas a los estados emisores y sectores financieros en general.

Todos estos, entre otros elementos que caracterizan el trabajo mal remunerado realizado por personas migrantes, completan un anillo vicioso de exclusión, criminalización, incorporacion irregular, explotación, no exigencia de derecho y bajo nivel de organización. Este anillo vicioso contribuye a mayor acumulación de capital por los grandes burgueses dueños de los medios de producción.

Comprender que desarrollar procesos de participación conjunta, asumiendo que las personas trabajadoras, no importa su lugar de origen, su única salida a la explotación sistémica, histórica y despiadada, es la organización por los cambios políticos, económicos y sociales en sus respectivos espacios, sin importar lugar de nacimiento o espacio de inserción laboral.

Se requiere contribuir a la articulación con todos los sectores explotados, discriminados, marginados y oprimidos, para desarrollar de forma integradora la crítica radical al sistema capitalista, enemigo de la humanidad y la naturaleza.

Es preciso y fundamental, aportar a la organización de todas las personas para combatir la acumulación capitalista en sus distintas expresiones, locales y transnacionales.

Otro de los desafíos tiene que ver con el apoyo a los procesos organizativos de los colectivos de trabajadores migrantes y la promoción de su participación e incidencia dentro de las organizaciones sindicales. Aportando desde sus cimientos, desenmascarando la manipulación, la xenofobia, el egoísmo y la desarticulación de los movimientos sociales, a la destrucción del sistema capitalista y todo lo que intente justificarlo, defenderlo y perpetuarlo.

Asumir organizada y colectivamente el control de los medios de producción, la socialización y distribución justa de las riquezas socialmente producidas y la construcción de un estado participativo al servicio de todas las personas y grupos en situación de vulnerabilidad.

Solo la comprensión de que así como el gran capital no tiene nacionalidad ni banderas, la única salida a este oprobioso sistema capitalista, enemigo de la humanidad y la naturaleza, es asumir solidaria y comprometidamente, hoy más que nunca, el internacionalismo proletario, enarbolando la hermosamente desafiante consigna, “Proletariado de todo el mundo, uníos”.

Por: Ángel Pichardo Almonte



El Día

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