Sería un ejercicio puramente retórico pedirle a la gente que se dedique a meditar en estos días de la Semana Santa.
Muchos, por ser creyentes espontáneos o por convicción, no necesitan que nadie les diga lo que deben hacer con su tiempo ni con su fe.
Otros, por no creer en esas cosas de la religión, o por pertenecer a diferentes confesiones, tampoco tienen por qué aceptar que venga otra persona a decirles cuándo ni cómo deben ponerse a meditar.
Por otra parte, los católicos de verdad, como los que se dicen ser católicos sin serlo efectivamente, tampoco pueden resistir la tentación de aprovechar este fin de semana largo yéndose a la playa o a la montaña, cuando no al extranjero, para descansar y gozar de lo lindo.
Por todas estas razones y las que pueda suplir el amable lector o lectora para reforzar mi pensamiento, yo solamente les pido a todos, tanto a los que se van de rumba como a los que respetan la solemnidad de la fecha, que dediquen aunque sea cinco minutos a tratar de responderse a sí mismos estas preguntas: ¿Dónde estoy, en el camino de la vida? ¿Hacia dónde voy? ¿Adónde quiero llegar?.
Si todos hacemos este ejercicio y nos contestamos con sinceridad, al final seremos un país mejor.