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Mi patria es mi lengua

Mi patria es mi lengua
José Mármol

Con la aventura de escribir pasa, que es mayor el placer del proceso de génesis del texto, ese momento hermoso en que todavía las palabras no agotan su sentido, que el de arribo al escrito presumiblemente logrado.

Lo mismo que pasaba a Robert Louis Stevenson, para quien, viajar con ilusión era mucho mejor que llegar al destino. O como el navegante a la Ítaca de Cavafis, para quien, nunca llegar a ese puerto no implicaría desengaño, porque consiguió, durante el trayecto, henchir de experiencias, sensaciones, vivencias y sabiduría su propia vida.

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Viajo, como Compadre Mon y del Cabral, por una de las venas de nuestra patria cada día, cuando articulo, especialmente en forma escrita, los deslumbrantes recursos de la lengua de Cervantes y Henríquez Ureña; y como aspiró Salinas, al poseerla, al realizarla en la dimensión del uso, me poseo a mí mismo y me siento existir.

Brodsky, quien luego del ruso como lengua materna aprendió adolescente el inglés, idioma en el que se comunicó durante su exilio (el resto de su vida) y en el que escribió ensayos, en cambio, no pudo jamás escribir un poema prescindiendo de su lengua eslava, porque en la poesía depositaba su ser.

En plena era de la globalización, la bancarrota del Estado y la nación territoriales, la sumisión de la política local a la soberbia de los poderes globales y el derrumbamiento de toda clase de fronteras podría considerarse herético afirmar, de la mano de Pessoa y de Cioran, que la patria de un escritor es su lengua; es decir, la lengua en que se realiza, concreta, afirma y existe como creador a través de la palabra.

El aserto estético y lingüístico trasciende los ámbitos de la procedencia geográfica, étnica, cultural e incluso desborda el paradigma de construcción subjetiva de identidades. Se trata de ser y pertenecer a la lengua en que se gesta y descansa la obra del escritor.

Kafka, con el alemán; Beckett, con el francés, porque admitía que en inglés no podía escribir, sino poesía, y Cioran, quien escribe su primer libro en rumano, pero, asume luego y definitivamente el francés son ejemplos de autores que adoptaron una segunda lengua, pensaron desde ella, escribieron en ella, vivieron por ella y esta los reclamó, por su inmenso legado escrito, como autores suyos más allá de las lenguas con que descubrieron las palabras y la realidad.

Un caso más complejo y particular es el de la diversidad lingüística de Celan, quien desde niño, en el seno de su familia rumana judía, hablaba rumano, alemán, yiddish, ucraniano y suavo, aprendiendo luego inglés y francés.

En su caso se discute la cuestión del alemán como lengua elegida por el autor para su obra literaria, aunque sus primeros poemas los escribió, como Cioran, en rumano. Tradujo a otros autores y se tradujo a sí mismo constantemente. Pero, la traducción no es solo traición, sino, además, plagio.

Un escritor es, quiérase no, un instrumento de la lengua en que escribe. En el escritor y su obra se da el más elevado sentido de la mutua posesión entre el individuo y la lengua.

La materialización del texto en una determinada lengua le coloca más allá de las evocaciones nostálgicas, las referencias culturales de origen y los temas, personajes, giros idiomáticos o anécdotas que formen parte de su imaginario y de su obra.

Como exigía Mallarmé, el poema, la obra no se escriben con emociones o ideas, sino, concretamente, con palabras. Esas palabras pertenecen a una lengua y su significado adquiere valor de uso y trascendencia en un determinado contexto sociocultural.

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