Vi los videos del día de cierre de clases en el liceo Juan Bosch, en La Herradura, Santiago, y quedé azorado. Da vergüenza el flagrante e impune vandalismo de los muchachos, quienes con violencia estrellaron pupitres y llenaron la avenida Antonio Guzmán de papeles y otros desperdicios.

Fue una apropiada celebración de su propia estupidez. Es dramático que el último día del año lectivo, en vez de algún acto cívico resaltando los logros o exaltando a los mejores estudiantes, la lección enseñada ese día haya sido destruir propiedad ajena, dañar su propio plantel escolar y dejar una estela de basura en la vía pública, mientras voceaban barbaridades, como “¡ya esa profe me tenía jaaaaarto!” y otras más procaces.

Como menores de edad, no están exentos de las disposiciones legales que tipifican esos delitos. Pero hay que preguntarse, ¿dónde estaba la autoridad? ¿Los directores, profesores, empleados y policías?

¿Los padres? ¿La ADP? ¿Qué piensan hacer ante estos hechos tan vergonzosos? Ojalá el Ministerio de Educación, tan entretenido con asuntos de “género”, ¡genere!