“Me quiero suicidar”, sin mediar ninguna palabra más y sin escuchar la angustia de sus padres, quienes lo acompañaban en ese momento.
“Ya no quiero vivir”, así vivía un momento lleno de tensión aquel joven con la mirada desesperada y sus manos temblorosas por el nivel de estrés que había causado el resultado que cambió su vida.
De repente, alguien iba conduciendo y escuchó timbrar su teléfono. “Tú no me conoces”, fue su primera oración. “Pero me dijeron que eras la persona que podía ayudar a mi hijo”, era la madre, cargada de frustración por su hijo.
“Mi hijo se quiere suicidar y tú debes impedir que eso ocurra”, escuchaba del otro lado del teléfono "El Samaritano", quien con asombro no dejaba de interesarse por las fuertes palabras que había expresado aquella madre.
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“Recibió un diagnóstico serológico de VIH positivo”… “Él está a mi lado y el teléfono está en alta voz, sé que eres esa persona que lo puedes ayudar”, insistía.
El trayecto a casa pasó de ser de 15 minutos a dos horas, ya que llegar a casa no era una prioridad para ese noble trabajador. “Ten calma”, se comenzó a escuchar en la casa de esa angustiada familia.
“Ya hay avances en tratamientos”, la respiración comenzaba a establecerse, “un diagnóstico positivo no significa que terminó tu vida”, la madre ya veía con más sosiego aquel joven. “Desde la institución que trabajo te podemos ayudar y orientar”, agregaba.
Pero ya para ese joven con diagnóstico positivo de VIH su preocupación no era él.
Ahora la preocupación daba un giro distinto, pero con un significado mayor… más profundo.
¿Cómo enfrentar la situación de contarle a su esposa e hija ese positivo que podría impactar negativamente por el resto de su vida?
El samaritano no dudó en ofrecer su colaboración para, con ayuda de profesionales, tratar lo que se avecina: “dar la noticia de que tanto la esposa como el fruto de su relación debían hacerse pruebas serológicas para determinar si habían contraído el virus del VIH”.Los nervios no cesaban y las incógnitas de saber cómo reaccionaría su pareja crecían cada minuto en espera.
Llega la hora de la noticia…En un momento de intimidad y acompañamiento profesional, el diagnóstico fue compartido, entre la calma y la esperanza de obtener un diagnóstico distinto cuando se realizaron aquellas pruebas que corresponden al menor y la esposa.
Para buena fortuna de la familia, ambos diagnósticos resultaron ser no reactivos. Los semblantes ya no emanaban aquella triste ansiedad.
Ya contaban con la información, con acompañamiento y tratamientos, se mantenían unidos y la expresión “me quiero suicidar” se desvaneció entre la esperanza de la vida.
Ahora con más precaución, consciente de su diagnóstico, pero también de las oportunidades de vida gracias a los avances médicos.
Plasmar esta historia tiene el objetivo final de contribuir con la sociedad mostrando el impacto que puede generar un resultado positivo del Virus de Inmunodeficiencia Humana (VIH) en la vida de las personas y la familia.
La historia es totalmente verídica, contada en una entrevista a la autora basada en la experiencia y servicio a la sociedad del gerente técnico del CONAVIHSIDA.
Si conoces a alguien que esté pasando por una situación similar o con un diagnóstico positivo, puede acercarse al Consejo Nacional para el VIH y el SIDA (CONAVIHSIDA); ellos están para trabajar y apoyar con los tratamientos a quien padezca la condición con total discreción.
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Génesis García
Amante de la buena comida, las buenas conversaciones y la comedia. Locutora y Periodista, me gusta escribir de turismo y temas sociales.