Matar a la madre

Hace unas cuantas semanas que Ángel Joel Féliz, un sargento de la Policía Nacional, mató de cuatro balazos a su madre Elisenia Féliz Miller, en el sector Cerros del Ozama. En el mismo hecho el victimario hirió a balazos a su hermana Mayelin Bonilla Féliz.
El matricidio ha sido un hecho aborrecible en todas las sociedades y desde todos los tiempos. Así fue cuando el cruel Nerón, emperador romano, asesinó a su madre Agripina, y cuando exponiendo un mito, Sófocles escribió la tragedia en que los hermanos Electra y Orestes matan a su madre.
Michel Foucault, filósofo, psicólogo, historiador y teórico social francés, da cuenta en un trabajo colectivo del caso de Pierre Riviére, campesino del norte de Francia que en 1815 degolló a su madre y sus hermanos, pero bajo la condición, según se dijo, de alienación mental.
La historia de la humanidad ha visto la escenificación de crímenes horribles; pero los acometidos contra la madre tienen que ser tenidos como atroces, inconmensurables. En nuestro país las prácticas y los valores han cambiado notablemente.
El matricidio era impensable varias décadas atrás. Matar a la madre era un acto que apenas podía ser imaginado.
Este matricidio que acaba de ocurrir en nuestro país, y que es una nueva versión del feminicidio, es un hecho gravísimo cuya repetición debe ser impedida por todos los medios.
Nos alarma que en torno a este crimen no hayan surgido en nuestra sociedad o en nuestros medios de opinión grandes comentarios ni primeras páginas.
¿Será porque estamos saturados de actos de violencia? Me preocupa que el asesinato del sargento no haya generado los asombros y espantos que correspondían. Estar “embotados” o insensibilizados es el último lugar donde podemos llegar.
Con el discurrir del tiempo nos hemos ido haciendo una sociedad que aminora el valor y el respeto por la vida humana, y eso es expresión de una seria crisis ética.
Cuántas cosas no funcionan o funcionan mal. Vivimos el fenómeno de la “desinstitucionalización”, no porque las instituciones hayan desaparecido como estructuras, sino porque sus pautas y los roles para los que fueron creadas no se cumplen ni respetan. Qué decir de nuestra corrompida justicia, qué pasa con la familia, hoy tan resquebrajada, y qué con nuestra escuela, escenario de cotidianos e insólitos hechos de violencia.
Qué pasa con nuestro cuerpo del orden, del que era miembro activo el sargento matricida y quien además tenía precedentes de conductas violentas en su entorno y en su familia.
Cómo se puede explicar que la Policía Nacional conservara en sus filas a una persona con los atributos de un incontrolable. Ya basta de poner “candado después que nos roban”. Ese defecto o descuido lo hemos venido pagando muy caro.
Actuemos ya pues pronto se hará muy tarde.
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Celedonio Jiménez
Dr. en Sociología. Escritor. Profesor de la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD). Miembro de Número de la Academia de Ciencias de la República Dominicana desde el año 2009.
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