Correspondiendo a una exhortación del reconocido psiquiatra y amigo Dr. César Mella, quien siempre que nos encontramos me dice que siga escribiendo sobre la familia, hago esta nueva entrega sobre la referida temática. Ciertamente la cuestión es importante, y me atrevería a decir que en gran medida lo que hoy sucede en nuestra sociedad está relacionado con lo que hoy pasa en muchas de nuestras familias.
La delincuencia juvenil, los menores en conflicto con la ley penal, las pandillas juveniles, los embarazos de adolescentes, los jóvenes incorporados a la abominable práctica del sicariato, el alto consumo de alcohol por menores, los jóvenes que ni estudian ni trabajan y otros problemas, son serios asuntos que están vinculados, en mayor o menor medida, a la situación de una indeterminada cantidad de núcleos familiares dominicanos.
La situación de muchos de estos núcleos familiares se puede caracterizar en el hecho de su muy limitado rol socializador o en la pérdida de él.
La circunstancia de que muchos de estos núcleos hayan asumido un carácter incompleto o monoparental por abandono de uno de los cónyugues (habitualmente el masculino), por emigración al exterior de uno de ellos o por el pluriempleo, dan lugar a una mala educación de los hijos o a que muchos de éstos sean “socializados” por la mera experiencia adquirida en las calles.
Hoy, cada vez más, la familia deja de cumplir con su elevado papel de formación continua.
En la actualidad la maltrecha institución familiar cada vez más va perdiendo su capacidad de inculturación, siendo los menores y jóvenes quienes viven o construyen sus experiencias y se forman. Para los sociólogos Francois Dubet y Danilo Martuccelli la familia es hoy “lo que puede ser” y “no es ya como debe ser” (¿En qué sociedad vivimos? (pág. 217).
Los límites que expresa hoy día la familia dominicana llega al punto de que algunos estudios establecen que muchos menores y jóvenes comparten más con sus compañeros de escuela o de colegio que con sus padres, que su tiempo de ocio se lo dedican a las redes sociales, a la TV (principalmente canales internacionales), a escuchar música, a acceder a Facebook o a comunicarse por Whasapp más que a interactuar con sus padres.
Debe ser tarea de la familia ayudar a los niños y jóvenes a establecer los bienes fundamentales de la existencia, orientarlos en torno al sentido del esfuerzo, del sacrificio, del supremo valor del trabajo y de la solidaridad; pero si a quienes les toca enseñar no tienen ideas claras, están a medias o no están, entonces debemos suponer los resultados.
Para evitar lo peor todos debemos actuar para reencausar la familia, y sobre todo para que sea modificada la insuficiente acción de protección del Estado sobre ella.