Siempre han existido diferentes mecanismos de participación social para garantizar que los ciudadanos sean escuchados y tomados en cuenta en las decisiones que se adoptan en el seno de los gobiernos locales.
Muchas de estas, a pesar de ser abiertamente participativas, no garantizan que todo lo acordado o reclamado allí con justeza y verdades axiomáticas, sean vinculantes al momento de implementar o ejecutar los planes.
La pregunta sería: ¿si no nos van a tomar en cuenta, entonces para qué nos convocan?
El presupuesto participativo es uno de los mecanismos que debemos excluir pues estos sí son vinculantes a las tomas de decisiones de los ayuntamientos al momento de concebir las inversiones públicas que realizan.
En esta ocasión queremos referirnos a las famosas vistas públicas. Este tipo de mecanismo es una especie de consulta para escuchar a determinado grupo de interés en temas específicos, es muy recurrido por algunos gobiernos locales que, más que para encontrar opiniones diversas, persiguen llamar la atención y presumir de ser un cabildo abierto y participativo. Recurso que es válido cuando de bajar presión por un tema se refiere, no obstante, no democrático.
Hagamos lo contrario, si en vez de escuchar para implementar, ¿qué tal si escuchamos para corregir o echar atrás decisiones que no les gustan a los ciudadanos? Esto tiene varias consecuencias positivas, pues rectificar es de sabios.
Las autoridades de la ciudad deberían abocarse a revisar medidas como cambios de sentidos de vías en el polígono central, el tema de la ciclovía de la avenida Simón Bolívar, la concesión de estacionamientos en las aceras del Centro de los Héroes, entre otras.
Los habitantes de nuestra ciudad Primada de América tienen deseo de opinar, que se les escuche y que se les tome en cuenta en temas que les afecta el diario vivir. No basta ser elegido por una buena cantidad de electores, pues esto no quiere decir que se les haya otorgado una licencia o patente para hacer todo cuanto se le ocurra a la corporación edilicia.
Presentar planes de gobierno no es tan determinante como cogobernar con los ciudadanos. El estilo de gestionar es lo que importa, pues al fin y al cabo se gestiona para la gente y la gente debe ser escuchada. Ahí el tema que encabeza este escrito, la licencia social.
Obtener este tipo de licencia nos libra de muchos sinsabores, pues la ciudad somos todos y aun existan ideas y conceptos que puedan parecer descabellados, la sensatez aflorará sin lugar a dudas.
Nuestro país posee decenas de academias, agrupaciones de intelectuales en diversas disciplinas del saber, profesionales liberales que están deseosos de aportar sus conocimientos y experiencias.
Si abrimos estos espacios de participación social con sinceridad, no tengo la menor de las vacilaciones que serán preñados de propuestas tan variadas y novedosas que podríamos sentir que el amor por la ciudad es un camino de doble vía, un ciudadano que es escuchado y un ayuntamiento que quiere escuchar de manera sincera.
Una licencia social da paz, aumenta la legitimidad, la credibilidad, optimiza la inversión pública, no es muestra de debilidad ni de desconocimiento, es responsabilidad compartida, es crear empatía entre los ediles y la ciudad. Estamos ante una nueva forma de gestión municipal.
*Por Víctor Féliz Solano