Más allá del estupor

Más allá del estupor

Más allá del estupor

*Por Yulendys Jorge

Hará falta tiempo para que el colectivo procese lo ocurrido, unos sectores más que otros. Los balazos de Miguel Cruz no solo han matado al ministro de Medio Ambiente, han impactado en el pecho de cientos de ciudadanos que anhelan un sistema administrativo gubernamental y político decente e institucional.

Las deflagraciones de su pistola han alcanzado a aquellos que, a sabiendas de que araban en el desierto, encontraron en Orlando Jorge Mera un aliciente en sus históricas luchas medioambientales, un sorbo de agua fresca tras recorrer un tortuoso y viejo camino rastrillando una y otra vez en esa arena movediza estercolada de la corrupción y el abuso del poder partidario.

Ha tenido Miguel Cruz que abrir con sus trece disparos las puertas de un despacho que había trazado una senda decorosa al tiempo que escabrosa: la del compromiso con la palabra, el cumplimiento de las leyes. Apenas días antes de este infortunio se leía en las plazas públicas de la virtualidad a voceros a sueldo desmeritar y desprestigiar la labor que realizaba Orlando Jorge Mera, y de paso el gobierno de turno, puesto que en esos predios no valen argumentos sustentados ni análisis; el objetivo es que las hordas hablen tan alto y tan de seguido –rayando en el acoso– y en contra de lo que sea, bloqueando cualquier oportunidad de razonamiento.

Pero, ¡oh, sorpresa!, el maniqueísmo ilustrado que impera y se impone en las redes sociales ha experimentado una especie de vértigo. Paralizado por la conmoción del asesinato, primero, y en movimiento pendular entre las más diversas teorías conspirativas, después, ha tenido que dar paso a unos hechos que han desencajado la mandíbula de no pocos: el autor del crimen fue a quien el ministro llamaba “hermano y amigo”, y el motivo, la negación de unos permisos medioambientales tras ser evaluados por el equipo técnico del Ministerio a pesar de ser un “amigo” cercano al círculo familiar de la víctima.

Además de la revisión de las medidas de seguridad que pide la sociedad para el fortalecimiento del resguardo de funcionarios en posiciones de alto riesgo, como lo es el Ministerio de Medioambiente, por las mafias en las que operan “militares, políticos, exfuncionarios, funcionarios y empresarios”, denunciadas por el hoy fenecido ministro, se hace imperativo la reflexión por parte de dirigentes políticos y futuros precandidatos en torno al estilo de hacer oposición política y campañas proselitistas.

La difamación, los bulos, la distorsión o la manipulación de informaciones noticiosas con el único motivo de hacer daño al prestigio y a la dignidad del contrario propician la agresividad en los intercambios de pareceres en las redes sociales y la intolerancia en la dinámica de las relaciones interpersonales, además de fomentar el discurso del odio.

Parte de la responsabilidad de que empecemos a cambiar hacia un Estado que cultive la tolerancia y el respeto a las individualidades de las personas, así como a las reglas de la institucionalidad, están en las mismas manos de aquellos que hicieron una larga fila para ofrecer sus condolencias a la familia Jorge Mera y Jorge Villegas en las honras fúnebres y a través de miles de mensajes enviados y publicados por todas las vías posibles.

Ojalá que esos líderes políticos, funcionarios y empresarios que han ofrecido sus declaraciones de estupor y de dolor ante los medios de comunicación por el asesinato del ministro trasladen sus puestas en escena hacia su quehacer cotidiano. Y si la sangre de Orlando Jorge Mera no fuera suficiente para remover sus consciencias hacia acciones concretas del ejercicio político, consideren que en un futuro la sangre derramada podría ser más cercana. Necesitamos cambiar.



El Día

Periódico independiente.