La figura de José Martí, todo el mundo lo sabe, trasciende las fronteras de Cuba y se convierte en un patrimonio universal.
Cuando, hace unos días, la maestra Celsa Albert me pidió que participara en un panel junto a Persio Maldonado y Edith Febles- para hablar sobre la faceta periodística del apóstol de Dos Ríos, me sentí desconcertado porque ¿qué podía yo agregar en torno a un personaje tan estudiado como ese?
El reto me empujó a re-estudiar apresuradamente la Historia y a descubrir detalles que antes no había sabido desentrañar: Martí fue muchas cosas al mismo tiempo. Hubo un Martí revolucionario, un Martí poeta, un Martí diplomático pero sobre todo un Martí periodista.
Uno de sus biógrafos José Antonio Portuondo- escribió, con mucha gracia, que si a José Martí le hubieran pedido que llenara uno de esos innumerables y larguísimos formularios que todos tenemos que llenar a cada rato, y tuviera que especificar su profesión, hubiera puesto, indudablemente, periodista, porque esa fue, en definitiva, su más constante profesión, su labor profesional.
Y fue también el instrumento eficaz de su lucha revolucionaria y de formación ideológica. Martí, desde que comienza a darse a conocer, es como periodista.
Estamos hablando de un hombre del siglo diecinueve, pero su conducta, su honestidad, su ética deben ser modelos a seguir en este escenario de espacio y tiempo que nos toca vivir, amenazado por tantos falsos profesionales sin ética ni vergüenza que solo contribuyen al descrédito del oficio.
La Casa de Cultura Latinoamericana y Caribeña, que auspició el citado conversatorio sobre la faceta de Martí como periodista, merece la felicitación de todos.