Marineros de Seattle retrasaron un avión para firmar a Eugenio Suárez

Mientras el chárter de los Marineros de Seattle esperaba en la pista del Aeropuerto Internacional de Sacramento el miércoles por la noche, con el reloj rozando la medianoche y un retraso de casi 45 minutos, a bordo reinaba la incertidumbre: ¿Por qué la demora?
La respuesta, sin embargo, fue una que cambió por completo el ánimo del equipo.
La noticia del regreso de Eugenio Suárez a Seattle en un acuerdo de último minuto ya se había filtrado, y pese a una derrota frustrante ante los Atléticos, el ambiente en el clubhouse había empezado a levantar vuelo.
Pero nadie esperaba lo que estaba a punto de suceder.
Una coincidencia perfecta
El calendario jugó a favor: los Diamondbacks, el equipo que acababa de cambiar a Suárez, también habían llegado ese mismo día a Sacramento para su serie contra Oakland. Los Marineros, listos para dejar la ciudad, vieron una oportunidad única.
El equipo de operaciones de Seattle, liderado por Jack Mosimann, se movió con rapidez para planear una logística de último segundo que terminaría regalando uno de los momentos más memorables del año.
La sorpresa a bordo
Mientras algunos jugadores veían Netflix y otros cabeceaban medio dormidos, una figura inesperada apareció en la parte delantera del avión. Al instante, estallaron los aplausos, gritos y sonrisas: Eugenio Suárez acababa de abordar.
El infielder, que dejó huella en Seattle entre 2022 y 2023 por su carisma y liderazgo, caminó por el pasillo saludando y abrazando a cada compañero, entrenador y hasta a los medios presentes.
“Significa mucho”, dijo al día siguiente, ya con el uniforme de los Marineros en el T-Mobile Park. “Nunca pensé que esto volvería a pasar”.
Más que béisbol
“El béisbol se trata de amistades”, comentó el mánager interino Dan Wilson. “De los equipos en los que juegas, de los compañeros que tienes. Y cada vez que puedes reencontrarte con eso, se siente especial. Lo de anoche fue uno de esos momentos”.
Suárez había volado por separado desde Detroit, donde Arizona acababa de jugar contra los Tigres, para reencontrarse con su esposa, Génesis, y sus dos hijas. Con los Diamondbacks libres al día siguiente, no había apuro… hasta que llegó la noticia del traspaso.
La emoción fue compartida en casa.
“Mi esposa estaba muy feliz”, confesó Suárez.
El viaje dentro del viaje
Inicialmente, se pensó que Suárez tomaría un vuelo comercial a Seattle con su familia al día siguiente. Pero cuando se confirmó que estarían en el aeropuerto al mismo tiempo que el chárter de los Marineros —y, en otra coincidencia perfecta, había cuatro asientos libres— Mosimann llamó directamente al pelotero:
“¿Qué prefieres hacer?”
“Quiero viajar con ustedes”, respondió sin dudar Suárez.
Pero aún había obstáculos: Suárez y su familia estaban en la terminal comercial del aeropuerto; el equipo, en el hangar privado. Con sus hijas ya exhaustas, la familia tuvo que tomar un Uber desde el aeropuerto… dentro del mismo aeropuerto, pasar controles especiales de seguridad, y esperar la aprobación de Delta para embarcar oficialmente en el vuelo del equipo.
Una carrera contra el tiempo que valió cada segundo.
Una bienvenida que dice todo
Más allá de la logística, el gesto de incluir a Suárez en ese vuelo —no solo como jugador, sino como parte de una familia— dice mucho de lo que significa para esta organización.
En una temporada en la que los detalles pueden marcar la diferencia, el regreso de Suárez es más que un movimiento deportivo: es una recarga emocional para un clubhouse que todavía sueña en grande.
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