Por: Avelino Stanley
Un gran dolor nos envuelve. En el firmamento de las letras dominicanas se ha apagado la estrella viva que más brillotenía. Uno de los hijos de la patria con mayor formación. Novelista, cuentista, poeta, ensayista, articulista, investigador, historiador, arqueólogo, antropólogo, culturólogo y profesor universitario. Uno de los autores más prolíficos.
El dominicano con más novelas publicadas;con el uso del canon narrativo vigesimonónico reencaminó este género por los senderos del enaltecimiento cualitativo.
Sus estudios iluminaron el tortuoso campo que constituye la cultura dominicana ayudándonos a todos a resituarnos en la visión de lo que realmente somos.
Sus escudriñamientos arqueológicos enaltecieron el pasado dominicano escondido bajo la tierra.Conjuntamente, sus contribuciones antropológicas, nos permitieron valorar la hibridez multiétnica y pluricultural dominicana.
Todo lo que salía de su intelecto tenía el sello de la calidad. Era un faro de luz en el proceloso mar navegado por las generaciones surgidas con posterioridad a la suya. Su partida es lo más irreparable que le ha ocurrido a la República Dominicana en lo que va de siglo XXI.
En ese gran vacío que nos deja, lo único que nos consuela es el legado de sus obras. Estudiarlas, difundirlas, aplicarlas: mantenerlo vigente;ese será el mejor homenaje que le podamos rendir.