Marca-país y ética

Marca-país y ética

Marca-país y ética

Celedonio Jiménez

Las últimas semanas vieron a una parte de las autoridades gubernamentales, y a sectores del empresariado dominicano, empeñarse en el proceso de definición y selección de nuestra “marca-país”.

Se hicieron concursos, se trabajó en una serie de conceptualizaciones y en la escogencia de un logo nacional representativo. Con la llamada marca-país se procura, entre otras cosas, la proyección e identificación del país a nivel internacional a los fines de promover condiciones económicas, turísticas, inversiones, seguridad jurídica, etc.

Aunque en torno a su debate se destacaron aspectos relativos a cualidades del dominicano, como por ejemplo, la simpatía y la hospitalidad, somos del criterio de que se debió, y se debe, trabajar y motivar lo relativo al interés por la construcción de una sociedad que entiende y desea encontrar en los rasgos éticos de sus hombres y mujeres una de las condiciones fundamentales de su identidad.

Ningún extranjero que quiere visitar o invertir en la República Dominicana es tan ingenuo ni tan desinformado para creer que viene a un paraíso moral; pero es obvio que sentiría una mayor confianza si se entera de que viene a un país con una Procuraduría General de la República y un Ministerio Público independientes, que combaten el narcotráfico, la impunidad y buscan poner la casa en orden.

El concepto marca-país, y el fenómeno que representa, no pueden ser vistos como algo estático, sino como algo dinámico y en construcción.

Su definición y su construcción son de una importancia extrema. Su interés no puede descansar sólo en lo económico, y para que arroje buenos y duraderos resultados debe cimentarse en factores reales.

Para que lo ético sea parte importante de nuestra marca-país, se requiere un trabajo persistente, tenaz, sincero, se requiere de disposiciones fundamentales. Para avanzar en nuestra marca-país en el orden ético, hay que trabajar desde el hogar, desde la escuela y desde el Estado.

Soy partidario de salarios y sueldos justos para los empleados y trabajadores. No porque crea que donde se paga bien no hay o no pueda haber corrupción (hay personas que pese a recibir un salario bajo no son corruptos), sino porque pocas cosas producen más disgustos y se convierten en mala consejera que tener conciencia de que se nos paga mal e injustamente, cuando hay otros que trabajan poco, o no trabajan, y perciben sueldos de lujo.

Muchas de las características de nuestra nación nos permiten ser depositarios de una buena marca-país, como por ejemplo, nuestro cosmopolitismo, nuestra expresividad y bondad natural, nuestra alegría, las playas, las montañas y ríos, nuestras danzas, el estar en el mismo “trayecto del sol” y la condición de tener una de las mujeres más hermosas del mundo, producto de nuestra particular hibridez étnica.

Creo, sin embargo, que el país y sus autoridades tienen un desafío impostergable, y es el de emplearse a fondo para que la ética y la moral pasen a ser factores esenciales de nuestra marca-país.



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