Manuel Rueda presente

Manuel Rueda presente

Manuel Rueda presente

Manuel Rueda sintetizó, con su obra literaria, múltiples facetas creativas, que lo retratan como un hombre de letras renacentista en los tiempos modernos. Músico, poeta, dramaturgo, periodista, ensayista, folklorista, antólogo y narrador, Rueda encarnó un espíritu intelectual, al fundir pensamiento, cultura y estilo, en una sola personalidad creativa.

Su obra poética experimentó una transformación estética, que va de la tradición a la vanguardia, desde la escritura de sonetos –”Las noches”- hasta “Con el tambor de las islas”-, libro con que lleva a la práctica sus ideas estéticas, postuladas en la poética del Pluralismo, movimiento fundado por él mismo en 1974, en que hizo una conjunción entre la música, la poesía y la pintura, cuya herencia mayor se remonta al concretismo del Brasil y a los caligramas de Apollinaire, de la poesía cubista francesa de vanguardia.

De modo pues, que Rueda siempre tuvo conciencia de las transformaciones estéticas del discurso artístico y literario de su tiempo, y de los caminos de la ficción.

Su recia personalidad se forjó a la luz de la Poesía Sorprendida –donde fue un benjamín-, hasta constituirse en líder y mentor del Pluralismo, que abandonó para continuar sus búsquedas estéticas individuales, como buen indagador y rebelde de las formas verbales de la postvanguardia.

Rueda fue un hombre de vasta cultura, amante de lo clásico y lo popular, conocedor de la tradición y la modernidad. Apasionado por el saber, y de ahí su temperamento curioso -en la mejor tradición aristotélica.

Devoto de la palabra bien dicha y cazador de espacios imaginarios; buceador de las fantasías visionarias, encarnó el carácter perfeccionista de la obra, que se cincela a pulso de talento y creatividad. De ahí su exigencia consigo mismo y con los demás.

Animador durante varios años del suplemento cultural “Isla Abierta”, Rueda sentó precedentes, rigor y excelencia en sus páginas.

Su legado, por tanto, es crucial y ejemplar en el siglo XX dominicano. Siempre puso a prueba su talento individual frente a la tradición, y desafió los géneros literarios.

Por eso cultivó todos los géneros literarios, lo que hace de él un espíritu intelectual abierto y desafiante; fue pues un buscador de espacios expresivos, de libertad imaginativa.

Ponía a arder la palabra, en su búsqueda de perfección estética, con un dominio sorprendente.

Pasaba de la prosa al verso, o del drama al relato, con insólita facilidad expresiva.

Autor de una obra vasta y densa, no así grave. Nos legó libros de poesía de circular perfección: “La criatura terrestre”, “Las edades del viento”, “Congregación del cuerpo único” y “Las metamorfosis de Makandal”, acaso su obra más acabada y ambiciosa.

Su teatro fue quizás la faceta de mayor facturación formal y estética – a mi juicio- como lo revelan sus piezas:

“La trinitaria blanca”, “Retablo de la pasión” y “Muerte de Juana la loca” y “ El rey Clinejas”. También su faceta de narrador, como lo logró de manera unánime con su novela “Bienvenida y la noche” y con “Papeles de Sara y otros relatos”.

De este autor de prosa sensible y verso festivo podrían decirse no pocas palabras que lo retraten y definan como escritor e intelectual, de pensamiento estético forjado a base de experiencias de lectura, investigación y escritura, siempre ascendentes y lúdicas, que expresan conciencia de oficio.

Su obra supura savia silenciosa: expresa la sonrisa de sabiduría arcaica, y revela el temperamento consciente de la obra que anhela promesa de perfección y búsqueda estética.



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