Santo Domingo.- En los barrios de Santo Domingo las bancas de lotería son más que un lugar donde se juega por la suerte; son el espacio para el sustento de miles de mujeres.
Las banqueras, como se les conoce popularmente, son mujeres que llevan años moviendo los números y apostando por un salario que rara vez alcanza para cubrir sus necesidades. Entre ellas, muchas son madres solteras, con hijos a su cargo y limitados estudios.
Candida, de apenas 20 años y madre de tres niños de 7, 4 y 2 años, es un ejemplo claro de esta realidad. Trabaja como banquera de lunes a sábado, desde las 8 de la mañana hasta las 2:30 de la tarde, con un salario mensual de 16,400 pesos, apenas suficiente para cubrir lo básico.

“Imagínate, no es mucho lo que me pagan, pero como estoy en la tarde con mis hijos, me vale”, comenta mientras explica cómo, ante la falta de baño en su puesto, debe improvisar con una cubeta para que su hija haga sus necesidades.
Candida, que solo cursó hasta el primero de bachillerato y fue madre a los 13 años, refleja la doble carga que enfrentan muchas banqueras: mantener un empleo precario mientras crían a sus hijos en condiciones de vulnerabilidad.
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Trabajando en la “banca del barrio”
Rut Lora, de 26 años, vive en Villa Mella y también es madre soltera, con dos hijos de 3 y 8 años. No terminó el bachillerato y gana 16,285 pesos al mes. Para ella, ser banquera es un trabajo que requiere más habilidad social y manejo de números en la computadora que formación académica.

“Es un trabajo que solo tienes que ser graciosa y saber manejar los números de la computadora”, dice al equipo del Periódico El Día.
Bierka Paredes, madre de cuatro hijos, lleva más de 30 años en el mundo de las bancas. Su historia es un testimonio de resistencia y experiencia acumulada.
“Todos los he criado con el sueldo de mi trabajo. Comencé cuando se vendía en talonario, con copia de papel cartón abajo y después con una lista”, recuerda.
Bierka denuncia que los días libres son casi imposibles de gestionar, y que cualquier eventualidad obliga a pagar a alguien por cubrir su puesto: “Cada empleado necesita un día para un médico o cualquier diligencia, y no lo dan”.

Condiciones precarias y salarios bajos
El salario de estas mujeres es una constante fuente de preocupación. Elisa Chacón, de 37 años, madre de dos hijos de 17 y 11 años, trabaja desde hace 8 años en diferentes bancas y actualmente gana 16,400 pesos al mes.
Reconoce que las condiciones podrían mejorar: “Un poco el salario, el horario y ya más claro”, comenta. Para muchas, el único día libre garantizado es un domingo, y aunque pueden trabajar el resto y recibir pago extra, lo hacen sacrificando su tiempo familiar.
Elisa también señala que las bancas no solo venden números, sino que manejan recargas y apuestas rápidas, lo que exige estar pendiente todo el tiempo: “Aquí solamente se vence el número, el número y recarga”, explica.

Daniela, otra trabajadora, encontró en la banca un equilibrio entre salario y comodidad. A pesar de que pudo ganar casi 30,000 pesos en una tienda, decidió volver a la banca porque le permite estar en casa por la tarde, lo que facilita cuidar de sus hijos pequeños. “Prefiero cobrar poco, pero tener mi paz bien”, dice.
Inseguridad y falta de infraestructura
Además de los bajos ingresos y la presión laboral, las banqueras enfrentan inseguridad y condiciones físicas precarias. Muchos puestos carecen de baños, espacio adecuado y medidas de seguridad básicas. Candida, por ejemplo, debe improvisar con una cubeta para su hija mientras atiende la banca, exponiéndose a situaciones antihigiénicas y de riesgo.
Rut Lora y Bierka coinciden en que la falta de infraestructura y seguridad no solo afecta a las trabajadoras, sino también a los clientes que confían en ellas para jugar sus números.
La ausencia de baños, la exposición a robos o asaltos y la atención constante al público convierten la jornada laboral en una prueba de resistencia física y emocional.

Madres que sostienen hogares
La mayoría de las banqueras son madres solteras con múltiples hijos y responsabilidades que exceden el ámbito laboral. Candida, Rut, Bierka y Elisa representan a cientos de mujeres que, a diario, combinan trabajo y crianza sin apoyo institucional ni garantías laborales.
Sus testimonios reflejan cómo la precariedad económica se entrelaza con la falta de derechos laborales, obligándolas a improvisar y a asumir roles de cuidado que el Estado debería garantizar.
“Aquí trabajas desde antes que se vendieran los talonarios, y con esfuerzo crias a tus hijos con lo que ganas”, dice Bierka. Para ellas, el trabajo no es solo un medio de ingreso, sino un mecanismo de supervivencia y resiliencia frente a la desigualdad social.
A pesar de las dificultades, las banqueras mantienen vocación y compromiso con su labor, conscientes de la confianza que depositan en ellas los vecinos de los barrios.
Candida afirma: “No es mucho lo que me pagan, pero estoy con mis hijos y puedo sostener la familia”.
Daniela agrega que el horario de la banca le permite cuidar a sus hijos pequeños, algo que no podría lograr en empleos más rígidos: “Trabajo aquí porque me gusta el horario y la comodidad, aunque no sea un salario alto”.
El valor detrás de cada número
El relato de estas mujeres muestra un equilibrio entre precariedad, responsabilidad familiar y resiliencia, evidenciando que detrás de cada banca hay una historia de esfuerzo y sacrificio que sostiene barrios enteros de Santo Domingo.
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Edili Arias
Periodista egresada de la Universidad O&M, apasionada por escribir sobre niñez, salud e historias humanas. Combina su amor por el periodismo con su afición por los deportes. Madre de dos niños, lo que le aporta una perspectiva cercana y sensible en sus reportajes.