No me cansaré de repetir, cuantas veces haya oportunidad, que el barrilito de los senadores es una monstruosa inmoralidad. Por más que algunos o muchos de sus beneficiarios lo pinten de rosado o presenten pruebas para convencer a los ingenuos de que los millones que reciben cada mes se invierten en obras de caridad y de asistencia social.
Es una inmoralidad porque se trata de dinero del Estado que ellos toman para sí, abusando de las prerrogativas que ellos mismos se auto-asignan para dictar resoluciones en su propio provecho.
Es una inmoralidad, también, porque ellos saben muy bien que el Estado necesita ese dinero para compensar sus déficits, construir escuelas, mejorar los hospitales y aliviar sus carencias.
Fue penoso presenciar, en el Almuerzo del Grupo de Comunicaciones Corripio la semana pasada, como media docena de candidatos perredeístas a senadurías defendieron el barrilito, que es una creación de los peledeístas, demostrando con ello que no es cuestión de partidos, sino que todos, de uno y otro bando, son iguales cuando se trata de sus cuartos. Hay que hacer constar, para ser justo, que en el mencionado almuerzo, para confirmar que no hay regla sin excepción, dos damas candidatas se manifestaron opuestas al odioso barrilito: Milagros Ortiz y Ginette Bournigal. ¡Bien por ellas!
Esta es una invitación a toda la ciudadanía para que nos mantengamos alerta para ver qué pasará con el barrilito cuando se instale el próximo Congreso Nacional el mes que viene. En otras palabras: si daremos un paso hacia la decencia o si prevalecerán la inmoralidad y el saqueo a los recursos del Estado.