La humildad es la condición del genio. Lo decía León Tolstói, gran maestro de la novela rusa, y le sobró razón. Todo hombre o mujer de genio lleva la humildad como estandarte y escudo.
El médico neonatólogo, uno de los connotados fundadores de esa disciplina en la historia médica dominicana, Luis Rivera Mejía, está hecho del material que forjan la disciplina, entrega, generosidad y la solidaridad de los grandes ideales del mundo.
Ese material es la humildad. Le conocí en condiciones propias de su profesión, retornado recién al país. Luchó con fuerzas y sabiduría, junto a mi otro gran amigo, cirujano ginecólogo, José Manuel Guzmán Rodríguez, por salvar la vida de nuestro hijito prematuro, Rubens José, al tiempo que superaban las condiciones críticas de salud de mi esposa, Soraya. Perdimos la criatura, demasiado temprana, hermosa y frágil.
Esa breve vida, salvó la de su madre y nos concedió el premio de la amistad futura con el doctor Rivera, quien, en aquellos momentos difíciles, nos dio una singular e inolvidable lección de desprendimiento y entrega, que lo consagró en nuestra familia como lo que es: un ser humanos único, salvador de vidas, profesional fecundo, científico al servicio de los avances de la medicina perinatológica y luchador espartano ante la necesidad de poner la ciencia al servicio de los más vulnerables económicamente, sin importar de dónde vengan ni hacia dónde vayan.
Salvar vidas es un imperativo que trasciende las barreras de la exclusión y la pobreza. Por ello, para el doctor Rivera, la medicina es, ante todo, un arte humanístico que procura, en base a pilares éticos, el bienestar de los demás.
Proveniente de una familia campesina de Baní, se graduó de médico en la UASD en 1972, pasando luego a realizar estudios de especialización en pediatría neonatal en Maimónides Medical Center y en la Universidad del Estado de Nueva York (SUNY) Down State Medical Center.
Ejerció como médico en calidad de codirector del Centro Regional de Perinatología del Hospital Saint Joseph´s en Nueva Jersey, y como docente en la escuela de medicina de ese estado. Luego de efectuar estudios en bioética, perinatología e investigación, retorna al país para ingresar al área de perinatología del Hospital Maternidad Nuestra Señora de la Altagracia y como profesor de la UASD.
Lleva décadas dirigiendo el Departamento de Perinatología de ese hospital, y sus investigaciones, especialmente, en materia de desarrollo de nuevas vacunas, han contribuido a salvar miles de vidas, incluyendo el cuarto bebé de más bajo peso en el mundo y dos partos múltiples de sextillizos. Autor y coautor de varios libros y decenas de artículos científicos de relevancia. Declarado Maestro de la Medicina Dominicana y Héroe de la Salud.
Por sus más de treinta años de hipocrático servicio médico en la Maternidad de los pobres, la Sala de Conferencias lleva ahora su nombre.
La fortaleza que proveen la humildad, la templanza, el sacrificio por el otro; el amor de su esposa Josefina, de sus hijos Laura, Ana Amelia y Luis Manuel, además de sus nietos, le han fortalecido para vencer obstáculos y superar, con una sonrisa a flor de labios y determinación estoica, los resabios de la mediocridad y las miserias humanas del entorno.
Discípulo de Hipócrates y de Galeno, porque se aparta de toda injusticia y corrupción, se entrega con devoción a sus pacientes, honra a sus padres y maestros, y porque el conocimiento y la pureza son sus dones vitales. Gracias, admirado amigo, en nombre de tantas familias, por su invaluable servicio: la inquebrantable vocación de salvar vidas humanas.