A partir del próximo sábado Lucía Topolansky ocupará la presidencia de Uruguay por cuatro días.
No se sentirá una extraña en ese cargo. Durante cinco años -entre 2010 y 2015- pudo ver cómo se ejerce en primera fila.
Esas son las ventajas de ser quién es: la esposa del expresidente José «Pepe» Mujica y una ex guerrillera tupamara que se volvió una figura de peso en el Frente Amplio, la coalición de partidos de izquierda que gobierna Uruguay.
Sin embargo, lo que la llevará a la silla presidencial será el hecho de haberse convertido en la nueva vicepresidenta del país y el viaje que el actual mandatario, Tabaré Vázquez, prevé emprender el sábado a Nueva York para participar de la Asamblea General de las Naciones Unidas.
Topolansky llegó a la vicepresidencia este miércoles, cuando el Parlamento uruguayo aceptó de forma unánime la renuncia del anterior vicepresidente, Raúl Sendic, quien enfrenta una investigación por presunto uso indebido de recursos públicos.
Su indiscutido paso al segundo cargo más importante del Ejecutivo no es obra del azar.
La normativa uruguaya establece que las ausencias del vicepresidente serán suplidas por el senador más votado perteneciente a la lista más votada.
En este caso, el más votado era (Pepe) Mujica, quien por su condición de expresidente no puede ahora ocupar la vicepresidencia. Así le correspondió a Topolansky, por ser la segunda senadora más votada.
Larga carrera
A punto de cumplir los 73 años de edad, Topolansky tiene una larga carrera política que incluye 17 años en la Asamblea General (Parlamento), cinco como diputada y el resto en el Senado.
El sábado no será su primera vez como presidenta interina. Ya lo había sido en 2010, cuando una falta temporal simultánea del presidente y del vicepresidente la llevaron a ese cargo.
También lo fue en 2013. Curiosamente, el presidente al que debió sustituir era su propio marido.
Lo que sí es una total novedad es su nombramiento como vicepresidenta, pues se acaba de convertir en la primera mujer en ocupar de forma estable el segundo cargo más importante del Poder Ejecutivouruguayo.
En el Senado, su figura cobró gran dimensión entre 2010 y 2015 cuando fue simultáneamente la pareja de Mujica y la senadora más votada del país, lo que la convertía en un apoyo clave para el gobierno en el Congreso.
En ese período se aprobaron leyes como la legalización del mercado de marihuana, el aborto y el matrimonio homosexual, que contaron con el impulso de Topolansky y llamaron la atención internacional.
Ese desempeño parlamentario contrasta con su fama de dura para defender sus opiniones, por la cual recibió el apodo de «Tronca».
Pero resulta un error pensar que toda su carrera política ha sido una colección de logros y aciertos.
Sus varias décadas de actividad política incluyen una etapa de guerrillera, cárcel, una fuga y más cárcel.
También una derrota electoral reciente, en 2015, cuando intentó convertirse en intendenta (alcaldesa) de Montevideo y perdió ante el socialista Daniel Martínez, otro candidato del Frente Amplio (FA), la coalición de partidos de izquierda que gobierna en Uruguay.
Topolanksy no le dio mayor importancia al resultado. Al final de cuentas, ya sabía que Martínez era favorito y ambos integran la coalición de izquierda que comanda la alcaldía de la capital uruguaya desde 1990.
Pero su ascenso a la vicepresidencia este miércoles aumenta aún más el poder del grupo que integran ella y Mujica, el Movimiento de Participación Popular (MPP), la principal fuerza política del Frente Amplio.
Desde su nuevo cargo Topolansky también encabeza el Senado y la Asamblea General uruguaya.
Paradójicamente, esto ocurre tras la caída en medio de acusaciones de corrupción de Sendic, que significó un revés para Mujica, ya que lo había impulsado como un ahijado político.
Guerrilla y prisión
Hija de un ingeniero civil y empresario de la construcción, Topolansky nació en una familia de buen pasar económico y estudió en un colegio de monjas dominicas.
Su opción por la lucha armada a fines de la década del ’60, tras abandonar estudios de arquitectura y el gremio estudiantil, sorprendió a sus parientes más cercanos.
Pero no fue la única: su hermana melliza María Elia también integró el MLN-Tupamaros.
En esa guerrilla urbana de izquierda influida por la revolución cubana y el marxismo, que combatió la institucionalidad democrática, Topolansky participó en diferentes operativos con el nombre falso de «Ana».
Durante aquellos años de clandestinidad conoció a Mujica, huyendo de las fuerzas de seguridad.
«Nos juntó el miedo», recordó Mujica con lágrimas en los ojos en una cena privada poco antes de asumir la Presidencia, cuenta el libro sobre él «Una oveja negra al poder».
Pero cuando llevaban pocos meses de relación amorosa, ambos cayeron presos por separado.
Topolansky fue detenida en 1971 y logró fugarse de la cárcel medio año más tarde, escabulléndose por las cloacas de la ciudad junto a otras 37 presas.
Pero volvió a ser capturada en 1972, un año antes del golpe de Estado conducido por los militares, que permanecieron en el poder hasta 1985.
En total pasó casi 13 años en prisión, sometida a torturas y períodos de aislamiento.
«Teníamos que vivir en condiciones absolutamente adversas», señaló en 2015 Anahit Aharonian, una militante tupamara que estuvo presa junto a ella, en diálogo con BBC Mundo.
Recordó que en 1980 las hermanas Topolansky le diseñaron en secreto un tapiz con la palabra «Libertad» bordada en armenio, el idioma de los padres de Aharonian que tenía prohibido practicar en prisión.
Lograron sacarlo del penal en un paquete, sin que los carceleros descubrieran de qué se trataba.
«Sistemática»
Topolansky y Mujica volvieron a encontrarse en 1985, al recuperar la libertad por una ley de amnistía.
Nunca tuvieron hijos, algo que explican por el hecho de haberle dado prioridad a la guerrilla en la juventud. Juntos compraron la chacra en las afueras de Montevideo donde viven y cultivan la tierra.
Ambos siguieron militando políticamente, ahora dentro de las reglas democráticas.
En entrevistas de prensa Topolansky ha atribuido las ejecuciones y secuestros cometidos por los tupamaros a la «coyuntura» que tenían Uruguay y la región en los años ’60.
Se casaron recién en 2005, en una ceremonia íntima, cuando Mujica era una figura cada vez más popular en su país, aunque pocos sospechaban que llegaría a ser presidente.
Fue la propia Topolansky quien, como senadora más votada, le tomó juramento a Mujica cuando asumió la presidencia en 2010, en un acto cargado de simbolismo dentro del Palacio Legislativo.
Después lo abrazó con su brazo derecho y besó su mejilla, sonriendo.
Mujica rechaza la idea de que ella sea ideológicamente menos pragmática que él («no la conocen», afirma), pero explica que son políticos diferentes.
«Sí, tal vez no tenga el carisma que tengo yo. Eso es probable», comparó hace algún tiempo el expresidente, que es casi una década mayor que ella.
«Ahora, es sistemática: como las abejas, como una gota de agua. Una laburanta (trabajadora) de esas infernales. No de esas que hacen un hecho histórico, sino de las que levantan paredes», agrega.
La descripción de su marido parece ajustarse a la misión que la propia Topolansky acaba de atribuirse en su nuevo cargo de vicepresidenta: ser un puente entre el Ejecutivo y el Congreso.