Los tutoriales, ja, ja, ja

Los tutoriales, ja, ja, ja

Los tutoriales, ja, ja, ja

Todavía hay muchíiiiiiiisima gente que no sabe lo que es un tutorial. Aquí, desafortunadamente, no se explicará lo que es ésta cosa; y tampoco para qué sirve.

En las redes y plataformas virtuales específicas hay un derroche de tutoriales que me matan de risa. Y, ¿qué ocurre? ¿Por qué exploto de risa? ¿Qué tienen de graciosos? Algunos son muy tontos y miserables, ¿sí? No importa. El punto es que todos están hechos para poner a prueba tu paciencia. A ver si logras llegar hasta el final. El esfuerzo tiene un camino de doble vía. En primer lugar la producción se fundamenta en el estímulo de la curiosidad y el deseo, basándose en las características del propio tutorial; y, tomando en cuenta cierto grado de originalidad.

En segundo lugar que haya conexión. Público. Y el público eres tú. Ah, claro, tan pronto caes en la red te dejas llevar, minuto a minuto, con la idea de que hallarás la ayuda que promete, la información que vende en el título como muy útil y necesaria para descubrir y cultivar un talento propio o desarrollar una habilidad sin límites.

Una vez seleccionado el tutorial empieza todo. A su ritmo va fluyendo de manera correcta, pero en un punto capital del video se corta el fluido y la voz maestra te envuelve con el tema que toques la campanita y de inmediato te conmina, mediante una  solicitud rebosante de respeto y educación, con el propósito de que te hagas socio o miembro permanente de «mi canal».

Y, ¿qué ocurre? La voz maestra te cautiva, más o menos, con esta frase: «Un honor conectar con ustedes. Quiero invitarles a que se suscriban en este momento para poder seguir creciendo. Activa, por favor, la campanita que está debajo de los enlaces».

El internauta, tú, en todo caso, que por primera vez abres un tutorial, te expones a la tentación cuando escuchas: «Amigos, recuerden suscribirse activando la campana de las notificaciones para que se mantengan siempre bien informados». Ahí quedas tú, atrapado como salmón rojo, bicho indefenso. Sí, ¿quién en su sano juicio –transeúnte en el entramado del tiempo, pasajero inmóvil, atrapado en una celda sin barrotes de la aldea global–, no quiere mantenerse bien informado?

Hay otras formas de seducción, de conectar contigo, parte de la comunidad todavía realenga; y, con la promesa de cuidarte, terminan abriéndote las puertas de par en par, como esta trampa de ratón, por ejemplo: «Yo les voy a pedir que se suscriban a mi canal; y que de esa forma ampliemos esta comunidad reflexiva, tocando la campanita».

A mí, de manera particular, me cautivó este: «No te vayas sin dejar tu «Me gusta», o sin suscribirte a mi canal; si te gustó este video, compártelo con otros que anden en búsqueda». ¡Ay, qué belleza!

Julian Assange y su abogada Amal Clooney.

La confianza en sí mismos de los youtubers con más seguidores –y su estrategia seductora, como tiro de flecha para ganar nuevos adeptos– no tiene desperdicio. Y ésta, breve y sin derroche, cautiva. Te roba el corazón: «Muchas gracias por acompañarme hasta el final. En la pantalla te voy a dejar un botón para que te suscribas a mi canal».

Y ésta, ¿qué tal? Sin duda tiene un buen gancho, a modo de garabato de carnicería; y luce muy abarcadora, ja, ja, ja, como una atarraya de pescador diestro: «Yo les pido que nos ayuden a ampliar esta comunidad de reflexiones  más allá de lo obvio; así que dele a la campanita y comparta estos contenidos con la persona de su predilección».

Son de antología los tutoriales –o tutos. A veces se abrevia de esta forma–, que te ofrecen en menos de cinco minutos la información necesaria para amasar una fortuna como la de Rockefeller, Jeff Bezos, Elon Musk, Mark Zuckerberg o Bill Gates. ¡Abracadabra! ¡Adiós a la pobreza, definitivamente y para siempre!

Hay dueños de canales que son muy excéntricos. Muy incisivos, que sujetos a un llamado «toque personal» se montan en el tren de “marcar tendencia”; y el bombardeo de entregas se hace constante. Y hasta te agobian, porque tratan temas de toda índole. Hay tutoriales que parecen vivir en las redes sociales; sí, tienen carta de residencia permanente. En una línea está la cantidad de visitas –incautos atrapados en un número anónimo, impersonal– y el tiempo de vigencia que tiene colgado. Muestro cuatro ejemplos con menos de una década: «2.5 M. de visitas; hace 7 años», «147,164 visitas; hace 6 años», «107,523 visitas; hace 5 años», «33 M de visitas; hace 3 años». Sencillamente maravilloso. Una inmensa e impresionante fuente de visitas; y de manera silenciosa y efectiva el momento de la monetización llega y reciben, a través de una cuenta de transferencia, pagos fastuosos por el eficaz manejo de «mi canal», luego de contar con más de 100 mil ingenuos suscriptores.

El tutorial, al compás de las letras de la canción «El amor», que, décadas atrás arropó corazones en la voz de Yolandita Monge, llega un momento que: Te hipnotiza, te hace soñar; y sueñas y cedes y te dejas llevar; y te mueve por dentro y te hace ser más… Y te hace viajar en el filo del tiempo; remontando los siglos de mil universos; y te lleva a la gloria y te entrega a la tierra… Un peso en el alma, un sol que se vela, un  porqué, un segundo, un ya sé, una queja. Desbarata tus grandes ideas, te destroza, te rompe, te parte, te quiebra; y te hace ser ese que tú no quisieras… Te hace burla, se ríe de ti…  mientras sigues quieto, sin saber qué decir.

En mi caso personal, estos son los tutoriales que, por razones muy evidentes, les tiro un ojo, pero nunca les dediqué un segundo de mi tiempo: «Diez hábitos sociales de higiene», «Las cinco reglas de oro de una persona realmente honesta», «El fabuloso arte de seducir mientras duermes», «No inviertas tu dinero sin ver este video», «Conozca el teléfono móvil más poderoso», «Los ocho automóviles más duraderos», «Cinco bebidas divinas hechas con whisky», «El arte de sonreír y ser infeliz»,  «Los mejores autos con cajas manuales», «Diez inversiones inútiles que te harán millonario». ¿Suficientes? Hay más: «Catorce maneras de reducir la grasa abdominal sin salir de la cama», «Abono virtual para un espíritu vigoroso», «Conquístala con una mirada silenciosa», «Las campañas publicitarias más horribles» y «Plantas que debes tener en la casa. Son un tesoro». Sí, sí, lo sé. No son los tutoriales más llamativos que hay en la web. Pero no todos tenemos los mismos gustos y bla, bla, bla… En fin, yo sé que hay muchos tutoriales como estos, que se ofrecen a diario a los internautas aficionados.

En un segundo bloque, y con cautela, tomé distancia de algunos tutoriales tentadores. Entre los que leí solo los titulares y descarté están: «Once cosas que las vacas de ordeño nunca toleran», «¿Por qué el whisky es más saludable que un vaso de agua?», «Cinco cosas que los pingüinos nunca dicen», «Ahorrar es horrible», «Haga lo contrario de esto y será feliz», «Compró una casa en ruinas y lo que halló dentro cambió su vida», «Nunca hagas esto en la mañana», «Beneficios de no caminar 30 minutos al día», «Diecinueve gastos innecesarios que te harán rico», «Aléjate fácilmente de ella» y «Seis errores que te llevan a la felicidad».

Y todo eso lo hice sin caer en un aburrimiento crónico.

Las cosas útiles y las inútiles tienen en común que se alimentan de tiempo. Son cronófagas. Aunque solo en parte. No hay un balance real sobre cuál de las dos se lleva a dentelladas la mayor parte de tu vida. A sabiendas de que para una y otra, si ocurriera o no en la misma medida, el tiempo es la única moneda que se pierde en el desfalco.

En cuanto a las noches soleadas o blancas en el norte de Europa.

En cuanto a los ríos artificiales que corren por debajo del desierto, en Egipto.

En cuanto al diamante más caro de la historia, que despierta insomnios y delirios, valorado en 71,2 millones de dólares.

En cuanto a la noticia del momento, increíble, pero incontrovertible, publicada con un titular desplegado a seis columnas.

En cuanto a que si los hombres son de Marte y las mujeres de Venus.

En cuanto a quién se comió mi queso o cómo se ganan amigos. O si el monje, en realidad, vendió su Ferrari.

En cuanto a ese alfeñique de 44 kilos que se convirtió en el hombre más fuerte del mundo.En cuanto a sembrar la cabeza en la tierra, como un avestruz existencialista.

En cuanto a los mejores directores y las películas inolvidables de la última década.

En cuanto a las canciones y las nuevas voces de los baladistas que trae la radio.

En cuanto a que si el hombre habitará, a mediados del presente siglo, una colonia galáctica y de experimento en el planeta Marte.

En cuanto a la vida asegurada y pletórica, al lado de Dios, después de la muerte física.

En cuanto a los precios astronómicos que ahora tienen los cuadros de Leonardo Da Vinci, Peter Paul Rubens, Pierre-Auguste Renoir, Vincent van Gogh, Gustav Klimt, Pablo Picasso, Edvard Munch, Willem De Kooning, Jackson Pollock y Paul Cezanne.

En cuanto al fascinante y moderno automóvil de alta gama del reguetonero de moda.

En cuanto a la artista exquisita, de fama mundial, que se divorció de su esposo, porque luego de seis años juntos descubre que el diamante engarzado en el anillo de bodas era falso.

En cuanto a la mejor canción de jazz de Shirley Horn, Ella Fitzgerald, Louis Armstrong,  Duke Ellington,  Billie Holiday, Nina Simone, Johnny Hartman, Sarah Vaughan, Miles Davis y Dizzy Gillespie.

En cuanto al más codiciado plato fuerte de la exótica cocina francesa.

En cuanto a volver al pasado y enrolarse en una ruta turística que incluya un plan de visita a las siete maravillas del mundo antiguo.

En cuanto al mejor principio o el poderoso final de un puñado de novelas, como: «Cien años de soledad», «Rayuela», «La familia de Pascual Duarte», «El oro y la paz», «El Jarama», «Soldados de Salamina», «Los miserables», «Crimen y castigo», «Alicia en el país de las maravillas», «Rojo y Negro», «El corazón de las tinieblas», «La letra escarlata», «Almas muertas», «Los hermanos Karamazov», «Marianela y «La Regenta».

En cuanto a la fortuna personal e inagotable de los excéntricos 100 multimillonarios del mundo.

En cuanto a la media vida que se pierde en los desquiciantes entaponamientos de las avenidas, durante las horas pico.

Nada de eso me quita el sueño.

¿Saber o no saber? No pierdo mi tiempo con dilemas. Lo cierto es que la tierra gira alrededor del sol; y esa verdad –hoy irrebatible– casi le cuesta la vida a un hombre célebre, durante un estúpido juicio hecho por la Iglesia, en el Renacimiento.

La abundancia de cosas sustanciales e insustanciales para dilapidar el tiempo no tiene fin, ya lo dijo Carlos Marx en alguna parte de un libro que nunca leí.

En realidad, nada produce más dinero que la industria sin chimenea, montada en el mundo; y cuyo único propósito es incentivar la pérdida o expoliación indolora del tiempo.

Hay ofertas atractivas y novedosas para ti, paquetes familiares con descuentos; y hasta para la multitud anónima y desesperanzada, guarecida en la casa. Van por tu tiempo; y te destrozan parte de tu vida, sin darte cuenta. ¡Vamos! ¡Toca la campanita!



Rafael García Romero

Rafael García Romero. Novelista, ensayista, periodista. Tiene 18 libros publicados y es un escritor cuya trayectoria está marcada por una audaz singularidad narrativa, reconocido como uno de los pilares esenciales de la literatura dominicana contemporánea. Premio Nacional de Cuento Julio Vega Batlle, 2016.