
En la religión católica hay un conjunto de pasiones o vicios consolidados por el papa Gregorio que se le llaman los siete pecados capitales.
Ellos son la soberbia, la avaricia, la lujuria, la ira, la gula, la envidia y la pereza. Pero resulta que, en cuanto a la economía dominicana, desde hace décadas también se vienen cometiendo siete pecados capitales.
El primero de ellos es el hoyo negro eléctrico, el cual, en nombre del populismo, ha permitido a lo largo de los últimos 30 años la quema de subsidios por ineficiencia y desidia por más de US$18 mil millones. Esta suma representa casi la mitad de la deuda pública en dólares.
El segundo pecado está muy cercano por cuanto es representado por los innumerables subsidios generalizados sin focalización adecuada y por períodos de tiempo innecesarios.
El tercer pecado está representado por la cantidad de incentivos que se mantienen vigentes. A causa de ellos hemos convertido la económica dominicana en una economía de incentivos en vez de oportunidades. Inclusive muchos de estos incentivos, además de haber cubierto las razones que le dieron origen, se exceden en sus bondades y alcance.
El cuarto pecado está representado por el auge desmedido de las bancas de apuestas, que, en vez de estar bajo el control estatal, se propagan por doquier, inclusive dentro de nuestro congreso. Un país no puede pretender desarrollarse cuando hay más bancas de apuestas que escuelas.
El quinto pecado está en la conversión a una economía de consumo a lo largo de los últimos treinta años, en vez de una economía de producción e innovación
El sexto pecado deambula alrededor de la evasión impositiva.
Además del país tener la gran debilidad de un sector informal más grande que su sector formal, la evasión impositiva, principalmente del ITBIS, ronda por cifras escandalosas.
El séptimo pecado es el déficit fiscal. El mismo es en gran parte producto de los pecados anteriores y su financiación, vía deuda pública, se come ya la cuarta parte de los ingresos fiscales.
Todo un rosario de pecados que requieren arrepentimiento y sanación.