
La frase anterior, atribuida Arabia Saudita entre 1962 y 1986, ha sido usada durante décadas en el mundo de la energía como una alerta sobre la eventual transición hacia un mundo en el que los hidrocarburos ya no sean el principal combustible en el mundo.
Ese momento parece finalmente asomarse en el horizonte, tras la cumbre sobre el cambio climático en Glasgow (COP26), realizada en noviembre, cuando las promesas de gobiernos y empresas de avanzar hacia un mundo con cero emisiones de gases de efecto invernadero pareció tomar ímpetu.
La fecha marcada para llegar a ese objetivo es 2050, pero antes se estima que es necesario reducir las emisiones globales de CO2 en 45% para el año 2030.
La transición energética es un objetivo favorable para el planeta, pero ¿qué significa para los estados productores de petróleo en América Latina?
Incertidumbre e inversiones
Francisco Monaldi, director del Programa Latinoamericano de Energía del Instituto Baker de la Universidad Rice (Texas, EE.UU.), señala que este proceso implica varios riesgos para esos países, el primero de los cuales tiene que ver con la incertidumbre acerca de la velocidad con la que se va a ejecutar.
"Esperamos que la demanda de petróleo empiece a caer en algún momento en esta década, pero no está claro si va a hacerlo de forma drástica", dice a BBC Mundo.
Explica que mientras hay algunos escenarios en los que se plantea que para lograr el objetivo de emisiones cero se requiere una caída de la demanda de crudo de 75% desde ahora hasta el año 2050, hay otros analistas que consideran que para esa fecha la demanda se ubicará ligeramente por encima de donde se encuentra ahora.
"Esto último, de todas maneras, implica que vamos a llegar a un tope de demanda y que esta va a empezar a disminuir, pero obviamente no sería un escenario ni remotamente tan catastrófico. En todo caso, es inevitable que ocurra la transición energética y que la demanda de petróleo no siga creciendo cómo lo hacía en el pasado", agrega.
Las dudas sobre el ritmo de ejecución de la transición energética afectarán la facilidad con la que pueda obtenerse financiamiento para proyectos petroleros.
Monaldi explica que la incertidumbre hace más difícil llevar adelante proyectos petroleros que requieran de grandes inversiones iniciales y que vayan a producir petróleo por 20 o 30 años.
"Imagínate, por ejemplo, un proyecto de exploración de México en aguas profundas del Golfo de México. Ese tipo de proyectos se van a iniciar cada vez menos. Aquellos que ya están en marcha como los que tiene Brasil en proceso en el presal (reserva petrolera), se van a desarrollar, pero los nuevos proyectos lo tienen más difícil. A Brasil, por ejemplo, no le ha ido bien en las últimas rondas de licitación, en parte porque han subido los riesgos de que terminen quedándose con activos varados, en los que invertiste pero que ahora no vas a poder seguir utilizando porque la transición energética se acelera", señala.
Los países bajo mayor presión
Aunque el descenso en la caída de la demanda afectará a todos los productores de petróleo de la región, el impacto se sentirá más en aquellos que tienen una mayor dependencia del crudo: Venezuela, Ecuador y Colombia, según Monaldi.
