Ciudad del Vaticano.-Dos papas del siglo XX que cambiaron el curso de la iglesia católica, Juan Pablo II y Juan XXIII, fueron canonizados ayer por el papa Francisco en una ceremonia que fue un ejercicio de equilibrio para reunir las alas conservadora y progresista de la iglesia.
En un aparente mensaje de unidad, Francisco invitó al papa emérito Benedicto XVI a sumársele en el altar en la plaza de San Pedro, la primera vez que un papa en funciones y uno retirado celebran misa juntos en público en los 2,000 años de historia de la iglesia.
Aproximadamente 800 mil personas -muchas de ellas de Polonia, la tierra natal de Juan Pablo II- llenaron la Plaza de Pedro, las calles colindantes y los puentes sobre el río Tíber, una enorme concurrencia, pero apenas la mitad de la muchedumbre que acudió en 2011 a la beatificación de Juan Pablo II.
Juan XXIII fue papa desde 1958 hasta 1963 y es un héroe para los católicos liberales por haber convocado al Concilio Vaticano II.
Esas reuniones llevaron a la iglesia la a modernidad, permitiendo la celebración de misa en los idiomas locales en lugar del latín y alentó un mayor diálogo con personas de todas las creencias, particularmente los judíos.
Durante su papado de un cuarto de siglo, cargado de viajes, Juan Pablo II ayudó a la caída del comunismo y dio vigor a una nueva generación de católicos, al tiempo que su defensa de los valores de la iglesia sobre el aborto, el matrimonio y otros temas animó a los conservadores luego de la década de 1960.
Benedicto XVI fue uno de los colaboradores más cercanos de Juan Pablo II y tuvo un papado de ocho años centrado en las tradiciones. Su sucesor, Francisco, parece mucho más inspirado por el estilo simple, pastoral, del “buen papa” Juan XXIII.