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Los ojos bien abiertos

Roberto Marcallé Abreu Por Roberto Marcallé Abreu
Los ojos bien abiertos
📷 Roberto Marcallé Abreu

Vivimos tiempos complicados en los que resulta imprescindible permanecer “con los ojos bien abiertos”, contrario a como se nombra una de las obras del filósofo y genio cinematográfico Stanley Kubrick, excepcional director de “2001: una odisea espacial”, “Calígula”, “La naranja mecánica” entre muchas otras, todas ellas obras de arte inscritas de forma definitiva en el genio trascendente de la humanidad.

Me confieso un apasionado del séptimo arte y esa pasión se multiplica cuando se trata de creadores cuya trascendencia es preciso situar al margen de toda consideración.

De ahí que resulte de orden honrar, agradecer y rememorar a escritores nuestros como Arturo Rodríguez Fernández, tanto por su extrema originalidad, formación y cultura mucho más allá de lo consuetudinario y por tratarse de un personaje entre cuyos méritos sobresalía su apego indeclinable por el cine como un arte esencial para, entre otras tantas apreciaciones, alcanzar la verdad última de nuestra condición humana trascendente.

El ser humano contemporáneo está sometido, quizás como nunca antes en toda su historia a una agresiva campaña de desinformación cuyo propósito no es el de dilucidar situaciones que fácilmente pueden escapar a nuestra elemental comprensión. Bien puede deducirse que, en su medida, esta clase de información está orientada hacia fines definitivamente al margen de los más caros intereses del ser humano.

El uso de la mentira y la manipulación integran gran parte de la cotidianidad informativa a que está sometido el ciudadano en estos y casi en todos los tiempos. Nos desenvolvemos en un contexto desbordado de intereses de diversa índole casi nunca alineados en el orden conveniente a la verdad y los mejores propósitos.

Por eso, en el mundo y la sociedad que nos ha correspondido vivir, es imprescindible permanecer con los ojos “bien abiertos”, porque la verdad, con sobrada frecuencia, brilla por su ausencia y lo usual es que la información que nos llega no siempre está inspirada en los más convenientes propósitos ciudadanos.

En este orden, la tarea de defender la verdad se sitúa en un lugar privilegiado de nuestros ideales sociales y particulares. Es esencial leer con detenimiento y “entre líneas”.

Lo es permanecer en vigilia para no ser engañados, manipulados o utilizados. La mentira, la distorsión informativa, la manipulación, los rumores equívocos ocupan gran parte del ámbito que nos alcanza revestido del errático ropaje de “información fidedigna” que nunca o casi nunca es.

La información es un arma que específicos sectores de gran poder utilizan para sus propios fines, no siempre los mejores ni los más convenientes o beneficiosos social y humanamente hablando.

Por eso Kubrick nos alertaba sobre el error de permanecer con los “ojos cerrados”, en un ámbito social y humano desbordado de ambigüedades, mentiras, manipulación y ocultamiento sistemático de la verdad.

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