*Por Alexander Pérez
En varios trabajos que he publicado me he referido a que el tráfico de drogas en la población ha venido a llenar el espacio que tenían las rifas de aguante en los años 80 y 90, tanto en la baja economía, como en el peligro a la seguridad pública y la corrupción en las agencias oficiales.
En esos tiempos eran miles las familias que se ganaron el sustento de vida vendiendo números a 25 centavos, y pagaban 14 pesos; luego un palé a un peso y devolvían RD$1000.oo a los agraciados. Pero los que siempre salían beneficiados eran los jefes de la Policía Nacional, y los encargados de estación en cada provincia que le ponían “un peajes” a esos riferos.
Por ejemplo, Raúl Tavárez de Barahona, quien se llegó a colocar como el magnates de las rifas a nivel nacional, porque la extendió a Puerto Rico, Haití y Venezuela, sólo al jefe policial de esta provincia le pagaba RD$300.oo semanales.
Las personas apostaban a salir agraciados en caso de acertar con el número que sacara la Lotería Nacional; que de lograrlo y en función de la cantidad de dinero ganado, podían hacer inversión, resolver problemas inmediato y hasta cambiar su modo de vida.
Pero el tráfico de drogas, que quizás deja mas recursos, empleos y facilidades de inversión; al final lo que más genera es pobreza, violencia, exclusión y fragmentación de las familias, porque quienes caen en el consumo se colocan en una espiral de necesidades progresiva que los arrastra a la delincuencia, la criminalidad y al rechazo del núcleo familiar y social en que se desenvuelven.
En este negocio, no solo los policías están involucrados, también decenas de militares de todas las graduaciones, y no se trata de una mera especulación periodística, ahí están los cientos y cientos de uniformados que han sido sorprendidos en esas actividades.
En la década de los 80 cuando vine a estudiar a la UASD, vivía en una pensión en la calle Félix María Ruíz (hoy avenida México), al lado, en la tercera planta de un edificio, había un punto de drogas que le llamaban “El Supermercado”, que era administrado por un militar, sargento mayor, pero se decía que en realidad era de un general, que algunas veces lo visitaba.
Cuando estuve al frente de Noticiario Popular, una periodista me contó que en el edificio donde operaba la estación de policía ubicada entre el Ensanche Luperón y Villa Consuelo en el segundo nivel había un activo punto de drogas, lo denuncié varias veces y no hubo respuesta; se lo mandé a preguntar al jefe de la Policía de entonces, por la misma actividad de los demás colegas no hubo tiempo para responder, pero unos días después otro colega se me acercó y me dijo: “disque mudaron el punto de drogas que tú has denunciado en El Luperón”, lo entendí como un mensaje de alguien y me olvidé del tema.
Una colega que vive en un sector de la parte alta de la ciudad me contó hace un tiempo que desde la tercera planta en que vive puede observar todo lo que sucede en las vías del sector, y que le sorprendió que entre las 11:00 y las 12:00 de la noche un hombre bien vestido, con reloj y zapatos caros cruzara de un lado para otro, fue a una fritura cena y se devuelve y nadie lo toca.
Al día siguiente le comenta el caso a los tígueres del barrio, y estos le dijeron: “estás loca, el que toca a ese se muere; ese es fulano, dueño de todos los puntos de por aquí; y tiene policías y militares con el”.
Antes de la pandemia hubo una divertida fiesta en la casa de un alto oficial de las FFAA en un exclusivo sector de la ciudad, uno de los varios compañeros de uniforme que fueron invitados, cuando llega al lugar y observa con la suntuosidad con que vive su compañero de armas, solo atinó a pensar: “esta casa debe estar cogida por el DNI y el J2, tengo que irme rápido de aquí, antes que nos metan a todos en el mismo saco”.
Como olvidar un audio que se filtró hace pocos meses en las redes, de un oficial de policía extorsionando a un narco, advirtiéndole que ya el Dican había sido disuelto y que ahora el Dicrín es quien estará en las calles atacando el micro tráfico, y que debe “pasar la mano” tanto para su jefe, como para él, el caso nunca se supo en que quedó, y la PN no ofreció explicación al respeto.
Un general (ya fallecido) me contaba que en los tiempo fuerte del narco Rolando Florián, este hizo una fiesta en una finca de Barahona a la cual le invitó, pero que por prudencia él le dijo que no podía asistir, pero que le pondría un cordón de seguridad en toda la ruta; al día siguiente el finado narco le envió una porción de carnes de todos los tipos que hubo en la fiesta, y “un sobre” de agradecimiento por su buena gestión.
Un camarógrafo que vive un barrio de Santo Domingo Este salía en la mañana temprano para su trabajo, cuando le interceptaron dos hombres y pistola en manos le despojaron de tenis, el celular, dinero y otras cosas.
Su hermana fue con el donde el “jefe narco de la zona”, y este le dijo que volviera cuatro horas después que le tendría lo robado, efectivamente, cuando regreso ahí estaban sus cosas menos el dinero, es decir, el crimen sustituye a la policía en la resolución de problemas en algunos barrios.
Cuesto estas anécdotas porque hace como dos años que conocí a una abogada rusa en Bella Vista Mall, quien al enterarse que soy periodista, me pidió que denuncie el que un hombre a diario desde la media noche y hasta las 5:00 de la mañana se desplaza cada una hora por la avenida Sarasota en un carro pequeño o un motor, ambos sin mofle haciendo un ruido ensordecedor que no se explica cómo las autoridades lo permiten.
Lo denuncie en el programa de tv en que trabajaba entonces y la situación se detuvo, luego vino el toque de queda y todo se quedó ahí.
A pesar de esto, averigüé la situación con el vigilante nocturno de uno de los edificios de esta importante avenida, y me dijo que investigaría con las prostitutas que hacen vida en la zona porque ellas socializan con quienes circulan en esos vehículos.
Varios días después el vigilante me dijo que “las damas de la noche” en esa avenida le habían dicho que esos conductores son los suplidores de los micro traficantes, que primero pasan Sur Norte con ese ruido ensordecedor para avisar, y de regreso vienen entregando la mercancías.
¿Cuál es la diferencia de antes de la pandemia con el presente, pues que primero lo hacían en las noche, y luego se estuvo haciendo durante el día, ahora tras levantar parcialmente el toque de queda, lo están haciendo en el día (principalmente en las tardes), y en la noche.
Cómo una práctica tan lesiva y molestosa a los residentes de Bella Vista no ha llamado la atención de los jefes de la Policía Nacional y la DNCD, pues por la misma razón que los agentes del orden nunca daban con los riferos en las décadas pasadas, ya que además, muchos de esos negocios eran de los propios jerarcas militares y policías, o funcionarios políticos.
Esta información es válida para dejar constancia de que los jefes de la Policía Nacional y la DNCD están al tanto de que los suplidores del micro tráfico están usando vehículos sin mofle como “campanita” para realizar su trabajo en las calles de la ciudad, y no puedan alegar ignorancia frente a una situación tan grave y delicada para la buena convivencia.
@alexandrperez