Uno de los dos políticos de más influencia en el país en los últimos once años no podrá ser candidato presidencial por el oficialista Partido de la Liberación Dominicana en las elecciones de 2020.
Sobre uno de ellos recaerá la decisión de mantener a ese partido fuerte o que se fragmente, creando una tercera fuerza electoral en adición al Partido Revolucionario Moderno.
Uno de ellos dos tendrá la posibilidad de llevar al PLD a su sexto mandato.
Lógicamente, es solo una posibilidad, porque la otra que se vislumbra es que el PRM llegue por primera vez al poder o que una tercera fuerza, que hoy no se ve en el panorama, sorprenda y desplace a los dos partidos que se disputaron la primacía en los comicios pasados.
Uno de los dos más importantes dirigentes del PLD tiene la oportunidad de evitar una fragmentación que hoy se ve muy posible.
Pero ambos tienen la responsabilidad de dirimir sus diferencias políticas sin arrastrar al país consigo y desmejorar una economía que durante muchos años ha tenido un crecimiento admirable, pero bajo condiciones muy frágiles por estar sustentado en factores externos y en modelos de servicios.
Esos dos influyentes políticos tienen la oportunidad de quitar incertidumbre y propiciar una competencia electoral propia de un país democrático.
No siempre se puede lograr lo que se quiere, pero no es necesario quemar las naves, porque esas son de todos los dominicanos.