María Esther, que nació con problemas cerebrales por el Zika, tiene amor en abundancia. Cristi Tapia
San Cristóbal.-El virus del Zika fue aislado por primera vez en Uganda en 1947, en el bosque de Zika (de ahí su nombre) y se mantuvo lejos del continente americano por muchos años, hasta que hubo una explosión de casos en América Latina a partir de 2015.
República Dominicana no escapó del virus, transmitido por un mosquito tropical que también en la isla es endémico y en 2017 se registraron miles de casos, que en principio no preocupaban mucho porque las personas afectadas podían superarlo con relativa facilidad.
Sin embargo, luego se comprobó que las mujeres embarazadas, que contrían Zika, le transmitían el virus a los fetos y al nacer corrían el peligro de venir con daños cerebrales.
Efectivamente, se estima que al menos unos 300 niños dominicanos nacieron con daños cerebrales por el Zika, siendo la microcefalia solo uno de esos efectos.
Una “hija del Zika”
María Esther es una de esos niños que de manera metafórica pueden ser llamados “hijos del Zika”,
La mayoría de ellos están en las provincias Independencia y Barahona, pero María Esther vive en San Cristóbal.
Cuando su madre Alexandra de los Santos tenía 37 semanas de embarazo fue afectada por el virus.
Su niña nació sin signos visibles e incluso ella misma no sabía de las posibilidades de los efectos. Quizás por eso no se percató de las primeras señales.
Con el tiempo empezaron a diagnosticarse problemas como el lento crecimiento de su cráneo, epilepsia, retraso para caminar o hablar. Hoy su querida María Esther tiene cinco años y no habla ni camina, todo como consecuencias del daño cerebral que le produjo el Zika que contrajo mientras estaba en el útero.
La presente historia podría centrarse en la niña María Esther, y todos sus problemas médicos, pero cuando los reporteros de EL DÍA hablaron con la madre, fue imposible no centrarse en la historia de amor que ella encarna y su entereza para hacerle frente a las dificultades que se les agravan con la pobreza extrema en la que vive.
“El amor ha sido su mejor terapia, el amor lo puede todo”, dice Alexandra mientras carga a su niña y la abalanza con su cuerpo para acurrucarla mientras habla con los periodistas.
“Escogida para cuidarla”
“Ella es una hija de Dios y yo soy el instrumento que Dios escogió para cuidarla”, expresa Alexandra con aire de orgullo, aunque el peso de la carencia recae sobre sus hombros.
Narra un rosario de necesidades, pero al final se consuela diciendo “Dios me la dio y Él me da la forma para salir adelante.
Solo le pido fuerzas para no desmayar”.
María Esther, a sus cinco años no habla, no se mueve producto de su condición microcefálica de segundo grado, epilepsia, retraso psicomotor y resistencia a fármacos, que consiste en la reducción de la efectividad de fármacos como los antimicrobianos, antihelmínticos y antineoplásicos para el tratamiento de enfermedades, lo que complica su condición.
“No hay pasaje, lo pido, si el dinero no rinde empeñamos, Dios nos da la forma, Él me la dio y yo solo le pido fuerza”, expresa la madre mirando hacia el cielo, como quien sabe le llegará el socorro desde lo alto.
Cuenta que su pequeña tiene 64 libras porque le gusta mucho comer; mientras ríe la mira a ella y a su pequeño Isaías, su otro hijo de diez años.
“Ella come bien y solo se queja si está sucia, por eso siempre estoy pendiente del pañal y de que no me le dé mucho calor; le hablo, siempre le explico todo lo que le hago, ella me entiende”, dice la madre de 33 a años.
Pese a su condición, María Esther es una niña alegre dueña de una sonrisa capaz de derretir un iceberg. Le gusta la leche, la papa y sopa de vegetales.
Historia de precariedad
Los doce mil pesos que gana su padre como empleado de zona franca no alcanzan por el alto costo de las medicinas, ya que es el único que trabaja, pues por la condición de María Esther la progenitora no puede laborar.
Explica que cuando no tienen dinero para cocinar la directora de la escuela donde estudia su otro hijo le hace llegar comida para ambos.
Medicamentos caros
“En total, al mes solo de medicinas son 18 mil pesos, ella usa pañales de adultos, su comida debe ser licuada, ella come por el biberón, aquí eso es lo primero, todo es para ella, así nos quedemos nosotros sin el pan”, dijo la madre.
Cuenta que muchos de sus medicamentos les son suministrados por el programa de Alto Costo del Ministerio de Salud Pública, pero que en ocasiones no hay disponibles y cuando eso ocurre se le complica aún más la situación. Ahí hace un alto para pedir al ministro de Salud Pública, la primera dama Raquel Arbaje o a la vicepresidente Raquel Peña, para que le ayuden con los medicamentos de alto costo.
Hermanito solidario
Alexandra de los Santos es también madre de Isaías de Jesús de los Santos de 10 años, que según explica sin poder contener las lágrimas, no puede darle la suficiente atención y comprarle lo que necesita; ella dice que le sorprende cómo comprende.
“Yo juego con ella, jugamos mucho, ella no habla pero me mira y balbucea, así yo sé que me entiende”, dice Isaías mientras sostiene la mano de su hermanita.
El niño Isaías ha sido de gran ayuda para la familia. Su madre explica que pese a su corta edad entiende la condición de su hermana y que siempre la acompaña a las terapias, pues no le gusta dejarlas solas mientras el padre trabaja.
“Los días de terapia él sale más temprano, la directora de la escuela entiende mi situación, le sirven la comida a él primero y mandan para mí, nos llevamos un galón de agua, nuestro bulto y nos vamos; de camino en la guagua él va comiendo y yo lo hago al llegar”, dice de los Santos.
El virus
—1— Vector
El zikavirus es transmitido por la picadura del mosquito Aedes aegypti, transmisor del dengue.
—2— Una ola
El país fue afectado por este virus de origen africano en el año 2016.
—3— Clínica
Síntomas de la enfermedad son parecidos a los del dengue y a veces requiere internamiento.