En un momento en que la población y el Gobierno muestran una especial atención a la crisis del agua, recibimos la información sobre la detención de algo más de un centenar de personas, entre dominicanos y extranjeros, dedicados a cultivos agrícolas y a la crianza de animales en el Parque Nacional de Los Haitises.
Esta es una formación única en el país, y se nos ha dicho que no tiene iguales en la región caribeña.
Los entendidos en asuntos orográficos y ambientales hablan a menudo de la fragilidad de la tierra en este parque nacional, la importancia que tiene para una gran parte del sistema hidrográfico de la parte oriental del país y como ecosistema.
Por las particularidades del terreno, la agricultura de conuco, única que puede ser realizada en sus mogotes, debe ir moviéndose de lugar de manera periódica, un hecho que tiende a destruir los hábitat en poco tiempo, a dejar el parque sin árboles y acabar con los aportes que hace a los acuíferos desde la parte sur de la bahía de Samaná hasta una parte importante de la costa caribeña.
Detrás de los que tumban y queman para hacer conucos van los criadores de reses, que para fomentar la yerba impiden la reforestación por cualquier medio.
Sin Los Haitises como lo que es, las lluvias de esa parte y el centro de la parte oriental serían cosa del pasado.
Y como esto, y más aún, lo saben los responsables de la aplicación de políticas y normas ambientales, no se puede ser flexible ni tolerante con estos “padres de familia” incapacitados para entender la importancia de áreas vedadas como esta de Los Haitises.