Santo Domingo.-Pese a los controles establecidos en el orden económico y militar, los interventores no tuvieron paz durante su expansión en el país, por el levantamiento de decenas de dominicanos contra la ocupación.
La resistencia fue expresada desde los primeros momentos de la intervención y con el paso de los años fue creciendo considerablemente.
La oposición no era para menos, debido a los constantes abusos cometidos por los marines contra campesinos y otros segmentos poblacionales, según se hace constar en documentos de la época analizados.
“Durante la intervención de 1916 aquí lo que había era una dictadura”, manifestó el escritor Roberto Cassá, director del Archivo General de la Nación, para referirse de forma generalizada a las limitaciones que fueron impuestas.
Cassá, quien ha estudiado minuciosamente registros de ese entonces, especificó que se estableció un servicio de inteligencia mediante el cual se vigilaba a los opositores.
Censuras
“Quienes estaban en contra de la intervención eran objeto de presión, intimidación, amenazas y encarcelamientos”, describió el escritor.
En ese sentido, la censura de ciertas publicaciones perjudiciales para sus intereses fue una de las políticas implementadas por los estadounidenses, quienes se mantuvieron bajo constante ataques por los grupos insurgentes y ciudadanos que de forma individual estaban resentidos por la ocupación.
Tal es el caso de Gregorio Urbano Gilbert, un jovencito que con tan solo 17 años de edad, al enterarse del desembarco de tropas en San Pedro de Macorís se armó con un revólver y se presentó en el muelle donde se encontraban los infantes de marina. Al llegar allí disparó contra un oficial extranjero a quien hirió mortalmente.
Afortunadamente Urbano Gilbert logró escapar de aquel lugar, aunque posteriormente fue apresado y sentenciado a muerte, lo que no se materializó.
“Los gavilleros”
La región Este del país se erigió como el principal centro de expresión de rechazo a la ocupación militar de los estadounidenses, razón por la que fueron enviadas tropas para controlar la situación.
Sin embargo, la operación para someter a los grupos no tuvo el éxito esperado e incentivó la radicalización y el surgimiento de nuevos opositores.
En este contexto “Los gavilleros” se convirtieron en un constante dolor de cabeza para los invasores. Se trató de grupos radicales que aunque se les llamó “gavilleros” de forma despectiva, mediante sus métodos de confrontación armada se opusieron a la intervención.
En su necesidad por desarticular las operaciones de los insurgentes, los infantes de marina llegaron a quemar decenas de casas con personas adentro, en especial las que pertenecían a parientes de “Los gavilleros”, según el escritor Roberto Cassá.
Así mismo, los extranjeros hicieron uso abusivo de la fuerza, que muchas veces terminaba con crímenes injustificados contra indefensos ciudadanos.
Esta situación acentuó el rechazo a los interventores, lo que desató una guerra de guerrillas en provincias de la región Este.
Para ese entonces la población dominicana era inferior al millón de habitantes. Algunos registros de la época la cifran en poco más de 700 mil personas.
“Los gavilleros no eran delincuentes, eran políticos que actuaban con sentido de mafia para su sobrevivencia”, explicó Cassá para definir a los grupos de insurgentes.
Dentro de los principales líderes “gavilleros” están Salustiano Goicochea (Chachá), Eustacio Reyes (Bullito), Vicente Evangelista; Andrés Polanco, Martín Polanco, Cabo Gil y Ramón Natera (El general), este último se constituyó en uno de los más perseguidos por los marines. Pese a estar dispersos dichos grupos tenían cientos de hombres armados, quienes a menudo tuvieron enfrentamientos con los marines.
“Aunque no tuvieran conciencia nacional, los “gavilleros” constituyeron una forma de resistencia popular a la intervención”, afirma el escritor. Muchos “gavilleros” fueron ultimados, mientras que otros se rindieron en 1922 tras más de cinco años de lucha.