De tiempo en tiempo se develan hechos delictivos que ponen de manifiesto secretos a voces. Esta vez los secretos salieron a relucir con el apresamiento de una red de traficantes, integrada por inspectores de la Dirección General de Migración, militares de servicio en la frontera y varios civiles.

¿De qué secreto a voces hablamos? De la porosidad de la frontera con Haití, ya que a los integrantes de la red de tráfico se les acusa de facilitar la salida de personas con procesos pendientes con la Justicia, y que tienen impedimento de salida; además, personas con visados falsos, unos sin la debida acreditación de los pasaportes originales y otras maniobras fraudulentas, de las que había múltiples querellas en la Procuraduría General de la República.

De los involucrados no se conocen –y probablemente nunca se conozcan– los nombres. Se habla de 19 personas, entre ellos 10 inspectores de Migración, cinco militares y cuatro civiles. Importa aquí, de todas formas, el hecho. Estamos ante una de tantas operaciones de tráfico que pudo ser descubierta y encausada.

La enseñanza que nos deja es que tenemos una frontera altamente vulnerable.

Otro de los secretos a voces, y que no hay forma de ocultar.

También, que todavía las Fuerzas Armadas no cuenta con los oficiales idóneos para hacer con apego irrestricto a la ley el trabajo que se les encomienda; y que en las filas de la Dirección General de Migración hay inspectores que se prestan para delinquir, hoy y en cualquier momento. Esperemos, ante la magnitud de los hechos, que se apliquen los correctivos de lugar, a profundidad.