Toda persona que compra habitualmente un producto, que paga por un artículo que consume, recibe el nombre de cliente; y cuando a ese cliente se suman otros cientos con igual preferencia se crea un mercado de consumidores.
El mercado del mundo, contrario a lo que se pueda pensar, tiene sentido no por los productores, sino por los consumidores.
Tanto así que los que producen son menos, pero también son, básicamente, consumidores.
El comercio organizado siempre tiene una fórmula para lucrarse del engaño, la estafa y el fraude. En el país la palabra engaño está vinculada al enriquecimiento ilícito de muchos negocios formalmente establecidos.
Las envasadoras de gas, en su inmensa mayoría, están en el listado del Instituto Nacional de Protección de los Derechos del Consumidor (Pro Consumidor); y no precisamente por el buen servicio que ofrecen.
La idea que promueve el organismo se sintetiza en que dichos negocios deben cambiar el sistema de medición y venta del gas licuado de petróleo.
Plantea que en la venta por volumen hay prácticas fraudulentas. Recomienda que dichos negocios procedan a instalar el sistema de pesado.
La medida tiene resistencia, pero ya los consumidores están avisados: hace años que son víctimas de una bien orquestada estafa.