Los precios de los combustibles es uno de esos temas a los que el dominicano le dedica una gran atención, no en este momento, sino en todos los tiempos. Y esta obsesión es, posiblemente, justificada.
¿Por qué? Por las carencias en el servicio del transporte colectivo, las cuales han obligado a la población a buscar soluciones individuales.
Si las condiciones materiales lo permitieran, cada dominico tendría un carro y no pocos tendrían más de uno.
Comprar un carro puede llegar a ser una fuerte inversión, pero suele ser realizada una vez y allí termina esa historia. Pero es cuando empieza la de ponerle combustibles.
Los políticos, que saben del interés puesto por la población en el día en que son anunciados los precios de gasolinas, gasoil, y gas para la semana siguiente, en vez de prometer un período más extendido, como pudiera ser de una quincena, o de un mes, se inclinan por la más comprometedora, que no es otra que la de hacer magia con los números o cambiar la ley.
Un servicio público de transporte, extendido y eficiente, puede ser una salida, pero no hay que hacerse demasiadas ilusiones.
Cuesta un buen dinero establecerlo y una vez en servicio hay que convencer a la población de la conveniencia de usarlo y de la mejoría en la seguridad personal.
Es difícil ser racional en estos tiempos.
