Los Cacaos: Donde el café es símbolo de esperanza y resistencia
San Cristóbal.– Enclavado en las montañas del sur de República Dominicana, el municipio de Los Cacaos, en la provincia de San Cristóbal guarda entre sus cafetales una historia de lucha, reforestación y arraigo.
A pesar de las crisis, las plagas y los cambios climáticos, los productores de esta comunidad siguen apostando por el café como un motor económico y símbolo de identidad.
Uno de los rostros más reconocidos de esta resistencia es Rufino Herrera Puello, veterano caficultor y presidente de la Asociación de Caficultores de Los Cacaos, organización con más de cuatro décadas de historia.

“La asociación fue fundada el 16 de noviembre de 1979. Hoy contamos con 250 familias que producen café, aunque muchas también han diversificado con cultivos como aguacate, banano o limón, especialmente luego de la crisis de 2012 que destruyó el 90% de las plantaciones”, cuenta Rufino con voz afónica pero firme.
Los mercados
El café dominicano, especialmente el arábica cultivado en estas lomas, fue durante muchos años un producto de exportación a Europa y Estados Unidos. Sin embargo, la baja producción obligó a los productores a reinventarse.

“Cuando no pudimos cumplir con la demanda internacional, comenzamos a tostar y vender el café aquí mismo. Íbamos con pequeñas muestras a los colmados, lo dábamos a probar… Así se fue creando un mercado local”, narra Rufino. “Hoy llegamos a supermercados de San Cristóbal, universidades, restaurantes y clientes en Santo Domingo”.
Beneficios sociales a la comunidad
Más allá del ingreso económico, el café ha generado beneficios sociales. Gracias a los aportes de sus exportaciones pasadas, la asociación logró gestionar becas para jóvenes del municipio.
“Tenemos más de 100 técnicos y profesionales que estudiaron gracias a ese apoyo. Algunos se formaron aquí, otros en Cuba o en la UASD. Es un orgullo del pueblo”, dice.
Aun así, el camino está lejos de ser fácil. De los 2,500 a 3,000 quintales de café que producen anualmente, solo 400 son procesados como producto terminado bajo la marca Café La Esperanza. El resto debe venderse como materia prima a menor precio.

“Necesitamos apoyo para ampliar el mercado. El café es vital, no solo para nuestra economía, sino para el medio ambiente. Aquí se produce el 40% del agua que llega a Santo Domingo, gracias a que los cafetales mantienen reforestadas las montañas de la cuenca del río Nizao”, reclama Rufino con preocupación.
Café La Esperanza: el sabor local que cruza frontera
Ese valor agregado del que habla Rufino se materializa en una pequeña agroindustria local: Café La Esperanza, procesado en el mismo municipio por las familias.
Daniela Alcántara Guzmán, es encargada de ventas y supervisión de almacén de Café la Esperanza explicó que es un trabajo que integra a toda la comunidad cafetalera.

“Los productores traen el café aquí, nosotros lo tostamos, lo empacamos y le damos el toque final. Es un café de cuerpo medio, acidez suave y muy balanceada”, explica Daniela, representante de la marca.
Con variedades como el Tupi, Costa Rica 65, Caturra y el tradicional Típica, Café La Esperanza no solo conserva la herencia genética del buen café dominicano, sino que se adapta a los nuevos gustos del consumidor.
“Aquí trabajamos seis personas directamente, tres en el procesamiento y tres en el área administrativa. El café se vende en San Cristóbal, Los Cacaos y en Santo Domingo. Incluso tenemos un cliente en Estados Unidos que nos envía su empaque y le procesamos su café aquí”, agrega con orgullo.
Además del mercado local y nacional, Café La Esperanza cuenta con registro sanitario e industrial, garantizando un producto seguro y de calidad.
Un llamado a las autoridades
A pesar de los logros, el panorama no es del todo esperanzador. Rufino lanza un llamado urgente a las autoridades:
“Necesitamos inversión para ampliar la capacidad de procesamiento, mejorar el acceso a mercados y, sobre todo, incentivar el cultivo del café. La roya nos hizo mucho daño. Pero si no volvemos a sembrar café, también perdemos nuestros bosques, nuestras fuentes de agua y nuestra identidad”.
Hoy, en Los Cacaos, el café no solo se bebe: se cultiva con dignidad, se defiende con pasión y se tuesta con visión de futuro. Entre montañas y aromas, Café La Esperanza se levanta como testimonio de que la agroindustria puede y debe florecer desde las raíces del campo.
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