Los buenos son más

Los buenos son más

Los buenos son más

Patricia Arache.

Es una verdad de Perogrullo. Los buenos son más. En medio del agotamiento que supone vivir en sociedades en las que los hechos negativos se suceden unos tras otros, sin que nadie parezca detenerse para analizar causas y consecuencias, es prudente reconocerlo.

Sin embargo, los segmentos sociales que tienen la responsabilidad de resaltar, divulgar y diseminar por todas partes las acciones que permitan llegar a la conclusión de que no todo está perdido, muestran poco interés en sustituir las espinas por las rosas.

La bullanguería, los excesos, los insultos, lo particular y no lo colectivo, han comenzado a ganar la batalla no sólo en las redes sociales, que valga la aclaración, no tienen ningún tipo de regulación o control, sino también en lo que definimos como medios de comunicación convencionales o tradicionales.

No sin asombro, observamos a diario cómo medios de comunicación convencionales publican o divulgan, sin ningún pudor, temas que sólo hasta ese momento han tenido eco en las redes.

Si los temas no salieran de esas estructuras que nos brinda el avance de las tecnologías, las dimensiones de esas acciones fueran menores.

Quizás no se convirtieran en elementos constitutivos de delito ni en generadores del escándalo colectivo, por lo cual, sus protagonistas no fueran tan influyentes en la vida de la gente y, particularmente, de los jóvenes.

Aparentemente, existe un afán por competir con miles y hasta millones de likes y reproducciones que generan fotos y videos que muestran comportamientos deleznables, abusivos, ofensivos y vergonzosos en las redes, que no estoy segura de que debamos seguir llamándoles “sociales”.

Como usuaria de redes sociales, me doy la libertad de seguir a quien yo desee, sin presiones, ni imposiciones, por lo cual, dependerá de mi búsqueda, de mis necesidades y de mis intereses acceder o no a tal o cual contenido. Ahí, yo decido.

Cuando sintonizo una emisora de radio o un canal de televisión o si tomo un medio de comunicación impreso, recibo como contenido lo que la producción de ese medio ha dispuesto para sus seguidores, por tanto, no estoy en posibilidad de elegir, el escuchar o no escuchar, ver o no ver, leer o no leer.

Las redes sociales no son fuentes de noticias ni de información. Son canales de interacción entre personas, por lo cual a lo más que pueden llegar en la utilidad para los medios de comunicación es a estructuras referenciales.
Si observamos algún tema que resulte de interés para un medio, el contenido de las redes da una pauta para iniciar la investigación en la producción periodística.

Aparte de doble moral regada como verdolaga en la sociedad, hay oportunismos, disfrazados de talento y profesionalidad. Entonces, vemos como el uno anda detrás del otro, dando zarpazos para erigirse en el más talentoso y visionario de su especie… jejeje, sin la menor vergüenza, con el mayor descaro.

A propósito de doble moral, se me antoja preguntar:
¿Cuántos de quienes viven demandando que la decencia se imponga a la vulgaridad, que la paz reine sobre el robo y el crimen; que la educación sea la espada de la libertad y el progreso; y que haya una sociedad más sana, dedican, por lo menos, cinco minutos de su tiempo a conocer propuestas nuevas, en ese sentido?

No todo es culpa de los gobiernos, ni siquiera del Estado mismo que, con sus distintos Poderes, Legislativo, Ejecutivo y Judicial, y otros, como el Municipal y el Electoral, tiene herramientas para enderezar entuertos.

Es culpa de muchos. Es culpa de todos, por no mostrar la otra cara de la vida, la real; no la virtual; y por no gritar, voz en cuello, que los buenos son más y que es en los hombros de ellos en los que realmente descansa el futuro de la patria y no en los de falsos ídolos, con pies de barro, que atosigan las redes.