Para para la mayoría de las personas la suerte es repentina, inesperada e indefinible. Es algo en lo que se cree o no se cree.
Sin embargo, si se analiza todo lo que ha sucedido con la organización de los Astros de Houston este año, es fácil concluir que el éxito que presentan en la actualidad es porque están benditos y la suerte sí existe.
Sus problemas se agudizaron en enero, cuando las Grandes Ligas les suspendieron al gerente general Jeff Luhnow y al mánager A.J. Hinch, quienes luego fueron despedidos por haber hecho trampas robando señas cuando ganaron la Serie Mundial de 2017.
El escándalo también abarcó a los boricuas Alex Cora y Carlos Beltrán, quienes también perdieron sus puestos de trabajo como dirigentes de Boston y los Mets, respectivamente, como consecuencia de sus roles con los Astros del 2017.
La pandemia del Covid-19 que obligó a la MLB a no aceptar fanáticos en los estadios durante la temporada benefició a los Astros para no recibir la ira de estos, a la que de seguro se iban a unir los jugadores contrarios.
En medio de la turbulencia por la situación, el dueño de los Astros, Jim Crane, consiguió al viejo zorro Dusty Baker para conducir al equipo, siendo un movimiento ideal. Aún con todos los pronósticos en contra, Baker condujo el equipo nuevamente a la postemporada, aunque con marca negativa (29-31).
Su éxito sigue resonante y ya barrieron a los favoritos Mellizos de Minnesota (2-0) y tienen la ventaja sobre los Atléticos (2-1) en la serie divisional, y esos logros son sin contar con los estelares Justin Verlander y Zack Greinke. Este último sufre dolores en el brazo.