Los antiguos “Corales” y las no señalizaciones, hieden mucho más

Los antiguos “Corales” y las no señalizaciones, hieden mucho más

Los antiguos “Corales” y las no señalizaciones, hieden mucho más

Porque: Son actos de ineptitud; indolencia

o corrupción, la que más se adapte.

Por: Rafael R. Ramírez Ferreira

“No existe peor tiranía, que la

ejercida a la sombra de las

leyes y con apariencia de

Justicia”.

Cuando amanece y vas al espejo, donde tu rostro se presenta con un hirsuto sombreado, mientras te faltan las ganas  para afeitarte, es entonces, cuando tiendes a cuestionar por qué te sientes así, si son tantas las cosas buenas para estar todo lo contrario y es en ese momento, que comienzas a ver las paradojas inmensas  de la vida y te decides por no permanecer en la quietud, en esa modorra, y decides mandar al carajo todo que te importuna, aun y tus esfuerzos nadie lo escuche y menos, les importe un bledo.

Quizás por eso, en ocasiones, escribo como si fuese mi apología Pro Vita Sua en defensa acérrima de lo que creo y comulgo. Por eso la insistencia sobre aquellos casos, teñidos por la pátina del paso del tiempo, pero que aún tienen vida, es decir, que no han perimido, como los viejos “Corales”, que permanecen blindados e impunes, solo en espera de que alguien les pase una ligera lima, para verlos con toda claridad.

Hay otros tantos hechos que se repiten una y otra vez, haciendo de los mismos una rutina que se ha convertido en una costumbre, desprovista de toda razón de ser, como esos famosos “carreteos” absurdos, cual copy-paste, de otros lares y todo, por el simple deseo de un ego enfermizo y por demás corrupto. Pero, aun y hablo de esto, lo ideal sería hacer un Álbum, como aquel famoso de la corrupción, aunque si a semejanza lo hiciera, aquel parecería, un simple cuadernillo de tiras cómicas.

En ocasiones, nos hemos referido al problema de la seguridad en las carreteras del país, y claro está, porque siempre las estamos recorriendo y sufriendo esos peligros, no obstante, haber cuestionado a los de antes y los de ahora, sobre el mismo asunto, todo permanece igual, en el mismo accionar; ¿Es que la pintura para la señalización de estas no entra en el presupuesto de la reparación total o parcial? Por otra parte, desconozco si este asunto entra dentro de los deberes de alguna autoridad, porque hasta ahora, no se han planteado la gran amenaza pasiva que representa la no señalización de las autopistas, avenidas y carreteras que son intervenidas a medias, o dejarlas a medio talle para llevar los equipos a otro lugar y hacer lo mismo, es decir, una chapucería. Todo esto, sin que nadie reclame y señale el crimen contra la seguridad ciudadana que esto representa.

En días pasados, en los prolegómenos de una conversación con uno de tantos protagonistas políticos defensores de los intereses del pueblo, pude constatar, que disponemos de una serie de gente agrupadas, que van desde dirigentes olímpicos hasta una alta gama de profesionales, que hablan sobre estos derechos, pero, no aclaran, que primero y, ante todo, siempre anteponen su comodidad e intereses, por encima de la decencia y la moral.

Quizás por eso, nuestras carreteras son caminos a la desgracia, es como lanzarse a jugar a la ruleta rusa con un mágnum cal. 3.57 o lanzarse a correr con los ojos vendados por la avenida 27 de febrero. Siendo lo peor, que nadie dice nada y este silencio nos hace creer que es una especie de justificación Agustiniana cobarde que nos lleva a pensar, ante la falta de interés de quienes deben interesarse para resolver este problema, si lo que ocurre, quizás, es una abominable corrupción con el dinero destinado a la compra de cientos de miles o millones de galones de pintura para la señalización de las calles y avenidas de este país, que más bien, de noche, parecen senderos endemoniados para llegar directo al mismo infierno.

Pero creo en lo expresado por Bernard Shaw, al aseverar sobre la adaptación, de que el hombre sensato, se adapta al mundo; el insensato persiste en intentar que el mundo se adapte a él, de modo que, al parecer, el progreso depende del insensato. Por eso insisto. ¡Sí señor!