Independientemente de que consiga o no alcanzar su objetivo de que se le asigne un 4% del PIB a la educación básica, la gente del movimiento por una educación digna está sentando un precedente con características muy especiales.
Se ha demostrado que el pueblo tiene una voz a la que hay que oír, y que hay métodos efectivos para forzar decisiones sin necesidad de quemar gomas ni romper vitrinas.
Tampoco parece necesario contar con altas sumas de dinero para desarrollar una campaña costosa al estilo de los candidatos presidenciales. Basta con buenas ideas y actitudes creativas para conquistar cada día más y más adeptos a la causa enarbolada.
Por ejemplo, ¡qué convincentes han sido los abaniquitos amarillos, consistentes simplemente en un palito, un cartoncito y el mensaje impreso con indicación de las metas perseguidas!
La pregunta ¿para qué el 4% del PIB? se la contesta con siete respuestas:
Contratar más maestras y maestros, ya que hacen falta alrededor de 58,000.
Construir 10,000 nuevas escuelas y rehabilitar 12,000 aulas actualmente en mal estado.
Dotar los centros educativos de agua potable, instalaciones sanitarias, bibliotecas, áreas deportivas y recreativas.
Fortalecer la formación de docentes y el pago de salarios dignos.
Suministrar los recursos didácticos, material gastable, mobiliario y equipos necesarios.
Proveer un adecuado servicio de desayuno escolar.
Incorporar a 632,000 niñas, niños y adolescentes que están fuera del sistema educativo.
¿Qué no se va a conseguir nada de esto? Es posible. Pero nos quedará el aprendizaje civilista de que por lo menos nos asiste el derecho a reclamar y a pedir cuentas a los que manejan nuestros recursos y nuestro dinero. Aunque sea con simples abaniquitos de cartón amarillo con un palito, como en los tiempos pasados.