Los datos lo confirman: ni lo urgente ni lo importante es lo que lidera la agenda de búsqueda de los dominicanos en Google y redes sociales. Y es que evidentemente la lupa de un pequeño grupo de dominicanos no apunta hacia donde lo hace la de millones, cuyo intereses dejan claro que necesitan que ese poco de dominicanos se ocupen de los temas relevantes porque su tiempo y atención se dividen entre la lotería, las películas y otros temas que parecen determinan su vida.
El reporte que va de enero 2021 a febrero 2022 de la firma We are social, revela que 11 de los 20 términos más buscados en Google por los dominicanos estuvieron relacionados a “La Lotería”, el popular juego de números, donde muchos depositan su fe y el dinero que no tienen, esperando recibir el que nunca llega, pero es mejor tener la certeza de que algo llegará a que esté ausente en ellos la certeza de lo que no recibirán sin el mínimo esfuerzo.
No es para que nos genere sorpresa, pero los usuarios de redes sociales en República Dominicana pasaron de 3.20 millones en enero 2014, a 7.60 millones al mismo mes en 2022. Sin embargo, este maravilloso crecimiento no significa un incremento en la participación y búsqueda de temas “muy relevantes” para el país, sino que los datos muestran hacia donde escapan los usuarios al entrar a las redes sociales.
Una idea clara nos construyen las estadísticas sacada de Youtube en el último año, las que dicen que el top 20 de las búsquedas en esta plataforma giran en torno a películas y música, más no sobre los temas que se supone han ocupado el tiempo de aquellos a quienes “les preocupa el país” y sus cosas.
Estando consciente de que esto puede llegar a parecer una realidad que asusta, me atrevería a decir que confiemos, que confiemos en que así como el pueblo transfiere su poder a través de un proceso democrático para que otros lo administren y hagan lo que entiendan necesario para solucionar sus problemas, también están dejando en manos de más de 660 mil usuarios de twitter todo el poder de indignarse para producir el cambio de todo aquello que irrita su sensible piel tuitera y mueve sus dedos, al igual que el más poderoso de los jueces baja con fuerza su mallete en un juicio histórico pero efímero.
Lo que si le queda a una franja importante de la sociedad, muchos de ellos aspirantes a policías de la moral o del “buen contenido de la internet”, es pactar con la realidad de que a todos no debe gustarnos o preocuparnos los mismos temas, que esto no nos hace mejores o peores ciudadanos, aunque sí nos haga culpables, por comisión o por omisión, de lo que puede o no pasar con nuestro presente y con nuestro futuro, por ir tomando algunas calles paralelas a la realidad que nos ofrece internet, para no enfrentar un día a día que asusta porque avisa sobre un futuro que espanta.
A los políticos, que en su mayoría creen saber frente a qué y quiénes están, vean esta realidad entendiendo que lo más importante que deben saber es que ya no hay discursos aglutinadores, sino fragmentadores y creadores de grupos en favor de algo y en contra de cualquier otra cosa; que no solamente se trata de likes en redes o seguidores, sino de la buena gestión y administración de las emociones que arañan o acarician la epidermis de los tuiteros para provocar miedo, odio, indignación, etcétera.