Lo único que un país proyecta hasta la eternidad son sus tradiciones
Porque… “Es defecto de otro el ser malagradecido,
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y el mío, es ser bondadoso”
Por Rafael R. Ramírez Ferreira.-
“No hay pueblo sin memoria, y si nos
matan la memoria estamos destruidos,
desaparecemos…”
A.P. Esquivel.-
Hasta la delicadeza se ha perdido. Todo es vulgaridad, insensatez, indolencia y clientelismo, sin tomar en cuenta el gran costo, no solo material, como muchos pretenden delimitar, sino el costo moral, ético y patriótico inmediato, catastrófico y nacional que le produce a la juventud en su formación nacionalista, en su sentido de posesión de una Patria, una Nación, un País.
Por determinadas decisiones puramente populistas, fue que dijimos anteriormente, que a la bandera, estos políticos indolentes, la habían convertido en un simple trapo tricolor, donde cualquier carretillero, por falta de conocimiento patrio, la toma hasta para sujetar una goma y cada día son menos los hogares en donde la misma ondea. Y, no hablemos sobre la juventud y su concepto de nación y, mucho menos, lo que significa tener Patria.
Lo mediato es lo que cuenta. Los políticos actuales son los héroes, los “matatanes” y, los líderes reales, probados y verdaderos líderes, aun les duela a muchos y, aun nunca hayan simpatizado con ninguno, esos, sus nombres, solo son utilizados para beneficio de la casta política que se encuentre gobernando en determinado momento, cuando se celebra alguna fecha conmemorativa, ya sea a Joaquín Balaguer, Juan Bosch y en menor intensidad y fogosidad teatral, a José Francisco Peña Gómez.
La visión de los presentes “dirigentes”, al parecer, está marcada solo por los intereses personales, por el engrandecimiento de su insaciable ego, por el culto a la personalidad de ellos o cualquier allegado que les interese promover como ídolo o héroe. Son especialistas en proyectos de “reconocimientos” a todo lo insulso, farandulero o popular del momento.
Después de leer el recién publicado libro del poeta Tomás Castro Burdiez, titulado “Duarte vital -la independencia en verso-”, crece en mí, de manera casi demencial, la indignación ante la ignominia de un hecho en apariencia sin gran importancia y, quizás, en esa apariencia, es que estriba la gravedad del caso. Porque ha pasado por debajo de la mesa y nadie dice nada, todo fue simple, bien hecho, sencillamente, otro más de nuestros “dignos” representantes. Y quizás, hasta exista algún error en lo que expongo pero, aun así, siempre permanecerá la duda o la incertidumbre de si en verdad cometieron tamaño desmadre.
Hemos llegado al extremo de que en este país todo ha dejado de tener sentido, nada es racional, los principios se licuan y desaparecen en el desagüe por donde discurre la insensatez y la desvergüenza. Lo racional ahora es locura o demodé, nada es comparable, estamos y hemos sido llenados de pies a cabeza por la maldita y degradante indiferencia, olvidando hasta aquello de que la gratitud es la memoria del corazón.
No hay Patria, solo carnaval, un simple desfile militar o una aburrida charla, eso conoce la juventud. Es como si nuestros dirigentes buscasen la encarnación del mal, erradicando subrepticiamente nuestras creencias y nuestro legado histórico, por los cuales aún podemos llamarnos Nación, Patria, País.
No quieren comprender, entender, saber, comprometerse, diseminar algo tan simple como lo dicho en versos de Castro Burdiez, de que “a partir de ti/ toma forma en Dominicana/ la palabra país”. Sin Duarte, el santo, el mártir, el caballero, el intelectual, el patriota, o como mejor le plazca a usted, el país en el cual vivimos y que tanto les gusta a nuestros políticos y a los vividores -¿es lo mismo?-, no sé, pero lo que sí sé, es que sin Duarte, este país, probablemente, no existiera. Duarte no merece el olvido y mucho menos agraviar su nombre como supuesta o realmente, lo han hecho estos “líderes y representantes”.
Así como en el pasado “a las cizañas/ no les bastaron/ sus hazañas/ por esta Patria”, por igual volverá a ocurrir, porque estamos seguros, plenamente seguros, de que si el nombre del Complejo Acuático, hubiese tenido el nombre, sin menospreciar el que le pusieron ahora, del profesor Bosch o el doctor Balaguer, de seguro no se hubiesen atrevido a quitarle el glorioso, eterno y nunca bien ponderado nombre de Juan Pablo Duarte al referido Complejo Acuático.
¡No j… s! ¡Sí señor!
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