Lo que nos reclamará la historia

Lo que nos reclamará la historia

Lo que nos reclamará la historia

Farah Hallal

De niña encontré un libro de título extraño: “La historia me absolverá”, de Fidel Castro. Como no entendí “absolver”, corrí al diccionario: es algo así como perdonar.

Pero es muy posible que a la República Dominicana le suceda al revés: que la historia condenará la inocencia con la cual despreciamos la oportunidad de ejercer nuestra soberanía desde la fortaleza estratégica que se presupone en el fomento del liderazgo regional.

¿Nos clavamos el cuchillo en el cómo hacer lo que estamos haciendo? ¿Nos preguntamos, a su debido tiempo, todos los “porqué” que hacían falta?

¿Qué estrategia se contempló que se actúa desde lo reactivo y no desde lo proactivo? Dicho en llano: tratamos de solucionar los problemas que nos explotan en la cara, en vez de preverlos y apostar por previsiones más inteligentes.

La reflexión del colectivo político, gubernamental e intelectual (trío que no siempre canta junto) se mira tanto sus propias narices que pierde de vista el horizonte del colectivo-nación(es) y colectivo-comunidad-regional.

Hoy más que nunca los nacionales emigran y es necesario medir el territorio no desde el punto de vista de la cinta métrica, sino desde las miradas microscópica y macroscópica propias de otro tipo de instrumentos de medición.

Aprendamos a medir cómo influye en la economía el sentimiento de pertenencia, la condición psicológica de un grupo humano, el impacto que tenga en los más vulnerables aquellas experiencias que les irán marcando y definiendo.

¿Este mirar “hacia dentro” y “hacia lo mismo” -en vez de abrirse a una reflexión más creativa -, no será un acto de cobardía? Entonces que lluevan las preguntas: ¿cuáles oportunidades para fortalecer el liderazgo regional ofrece este momento histórico? ¿Nos quedaremos cantando la misma canción de la independencia y la soberanía sin plantearnos siquiera otra forma de analizarlas? ¿O ignoran nuestros funcionarios cómo procurar las mismas metas, pero de un modo más eficiente?

Ni para Haití ni para República Dominicana es sano victimizarse. Y esa actitud que es lo único que pareciera de mutuo acuerdo entre ambos países nos daña.

Los países y organizaciones que dicen representarlos opinan, pero ¿cuál ha sido su aporte histórico para ambas repúblicas?
Haití y República Dominicana podrían estar en este momento planificando estrategias en beneficio común pensadas a cinco, diez y veinte años. Echar maíz a una actitud de gallo de pelea distrae los esfuerzos y escribe una historieta de la que habrán de reírse y llorar las futuras generaciones.



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