La abolladura en la carrocería de un automóvil puede ser reparada, unas veces por un alto precio y otras por alguna suma al alcance de cualquiera de los involucrados en un accidente de tránsito o el roce entre vehículos de motor.
Pero la muerte de una o varias personas de las involucradas en cualquiera de estos percances, esa, que nadie lo dude, no puede ser reparada.
Ni siquiera la imposición de apremio corporal consigue devolver a nadie a la vida.
Esto a propósito de la muerte de un conocido locutor de Santiago, al parecer en una riña que siguió a un roce de vehículos en el municipio Villa González, de la provincia de Santiago, y la de una adolescente en la Capital.
Muchas veces este tipo de percances lleva a los involucrados a las armas.
En el caso de Villa González, de acuerdo con las primeras versiones sobre un hecho todavía bajo investigación, los involucrados se enzarzaron a los puños.
La muerte del locutor Romel Roque Guillén Cabrera la noche de Navidad es uno de esos casos por los que nadie debería de tener que lamentar el mal momento.
Porque siempre es posible parar a tiempo.
El otro, en el que murió la adolescente Weslin Yerismal Cruz, parece absurdo, pues ni siquiera acompañaba a los que se tirotearon por un choque de motos.
Los daños, en ambos casos eranremediables.
Lo otro, la muerte de alguien, no.