Lo que le hará falta al ministro Olivares

En el Ministerio de Trabajo está siendo alentada una idea que de haber una lista de prioridades, posiblemente estaría entre las más importantes: la de domesticar la alta tasa de informalidad laboral en la actividad económica.

La esbozó el ministro, Eddy Olivares, en una entrevista el miércoles pasado. Y lo hizo con el convencimiento de que se trata de una tarea posible y al alcance de la mano.

Cuando se trata de enfrentar tareas grandes, o muy graves, como esta, el entusiasmo es importante, pero no lo es todo.

Si se interroga a los economistas acerca de esta aspiración del ministro Olivares, quizás se recojan en su ciencia y respondan que para enfrentar la informalidad del trabajo sería necesario combatir la que afecta a la economía, una tarea para la que sería necesario un esfuerzo que va más allá de las posibilidades de una institución. Si se trata de un asunto concerniente a la estructura económica, posiblemente se hará necesaria la participación de una voluntad un poco más abarcadora.

Y si se le pregunta a la sociología, acaso recomienda un presupuesto de acciones que incluiría educación y comunicación de ideas, porque las pautas culturales pueden ser cambiadas, pero con dosis importantes de paciencia y la vista puesta en las generaciones de relevo.

El ministro Olivares tiene, sin embargo, toda la razón cuando afirma que la informalidad laboral es un lastre que tira de la sociedad dominicana hacia el fondo y hace las relaciones de trabajo en muchos casos inequitativas.

Su meta no es excesivamente ambiciosa, particularmente porque aspira a bajar la informalidad al orden del 50 %.

Un trabajador informal es un agente económico que opera con desventaja y desde este punto de vista la “cruzada” del ministro Olivares merece ser alentada.

Que encuentre a los aliados que necesitará, dentro y fuera de la Administración pública, es lo mejor que podemos desearle.